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Grupo de personas realizarán la limpieza, pintura y puesta en valor del Faro Cabo San Pío

Se trata de una construcción modesta; una torre ligeramente curvilínea de ocho metros de altura cuya silueta recuerda, en algo, a los palos borrachos.  La obra fue construida en marzo de 1919, y de aquí a pocos meses, el 22 de marzo de 2019, se cumplirán cien años desde el día en que, para utilizar el lenguaje que utilizan los hombres de mar, el faro fue librado a servicio.

El cabo y el faro son de difícil acceso. La ruta más próxima (Ruta complementaria J o, en la nueva nomenclatura, Ruta Provincial Nro. 30) termina en el apostadero Moat de la Prefectura Naval Argentina. Desde allí, es necesario recorrer unos 20 o 25 km a lo largo de una serie de playas, bosques y turbales que, todavía hoy, plantean un desafío de cierta envergadura. También es complejo el acceso por vía marítima; las costas del cabo y sus inmediaciones están caracterizadas por la presencia de acantilados abruptos y de cierta altura, y el sitio reparado más próximo (una playa de cantos rodados de unos pocos cientos de metros de extensión) está situado varios kilómetros al oeste. Tal vez sea por eso –o, tal vez, a pesar de eso- que el Gobierno de Tierra del Fuego ha iniciado un proceso tendiente a construir una ruta escénica y turística que corra a lo largo del Canal Beagle entre Ushuaia y, precisamente, el cabo San Pío.

No caben dudas de que, una vez que esa ruta esté construida, el cabo seguirá siendo el cabo y el faro seguirá siendo él mismo. Pero algo de lo que los convierte en únicos (el aislamiento, la dificultad de acceso o, quizás, el mero hecho de que casi no reciben visitantes) habrá desaparecido.

Un estudio llevado adelante por la Dirección de Catastro de Tierra del Fuego pone en duda esa condición y señala a la Punta Falsa – situada unos cuatro kilómetros hacia el este y un par de centenares de metros más al sur que el cabo- como el sitio al que le corresponde, en verdad, ese título. Se trata de un tipo de controversia que fue común entre los maestros cartógrafos de los siglos XVIII y XIX. Pero ahora, en una era de artilugios electrónicos y mediciones micrométricas, la idea de que no sabemos con exactitud cuál es el límite de nuestro país resulta, al mismo tiempo, atractiva e inquietante.

Los organizadores de INTEMPERIE detallaron a través de un comunicado de prensa que “el objetivo principal de la expedición es limpiar y pintar el faro y celebrar sus cien años de servicio”. Además con el fin de registrar la puesta en valor del espacio, están reuniendo fondos producir un documental.

El proyecto “Intemperie”- tiene un fin secundario, y lo explicaron relatando que “a pesar de que hemos diseñado un programa de trabajo ordenado y de que esperamos contar con los recursos materiales y humanos que se necesitan para cumplirlo, sabemos que, cuando se trata de actuar en las áreas silvestres de la Patagonia, es muy posible que se encuentren con dificultades que no se habían previsto: la lluvia, el viento, las condiciones del terreno o del mar, la nieve aún en un mes en el que su ocurrencia es poco frecuente, y muchas más. Y que, por lo tanto, ningún plan de acción tiene el éxito garantizado. Pero todos aquellos que hemos vivido y trabajado en Tierra del Fuego aprendimos que eso no importa; que el verdadero objetivo de lo que hacemos es intentarlo y que aquello que en otros sitios podría ser visto como un fracaso, acá forma parte de un aprendizaje. Un aprendizaje que, seguramente, servirá para volver a intentarlo. Porque, si tuviéramos que decir de que se trata “Intemperie” y, para el caso, de que se trata nuestra vida en Tierra del Fuego, esa sería la respuesta: se trata de intentarlo; intentarlo una vez más e intentarlo siempre.

 

Los faros dan luz en medio de la oscuridad

y sirven a la vida en donde, a veces, parecería que reina la muerte.

Los faros se mantienen firmes, serenos e inmóviles

mientras el mar que los rodea se agita desbocado.

Los faros esperan, aunque nadie los busque

y acuden en auxilio cuando nadie los llama.

Y nunca, ni una sola vez, piden algo a cambio.

El proyecto INTEMPERIE está compuesto por Aldo Donoso, Lino Adillón y Alejandro Rivero.

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