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Malvinas

Carrera contra el tiempo: piden ayuda para salvar a un emblemático avión de Malvinas

El Museo Nacional de Malvinas (MUNAM) de la ciudad cordobesa de Oliva inició una campaña de recaudación para salvar del desguace a la segunda aeronave nacional que aterrizó en Puerto Argentino el 2 de abril de 1982, durante la recuperación de las islas.
Se trata del avión de transporte Fokker F-28 5-T-20 “Islas Malvinas”, perteneciente a la Armada Argentina, que actualmente está en desuso y podría ser convertido en chatarra si el museo no consigue los $3 millones para pagar los trabajos de desarmado y rearmado antes del 30 de octubre.
“Es un avión histórico, no solo porque su nombre real es Islas Malvinas, sino porque fue el segundo que aterrizó en las Islas el 2 de abril. Para nosotros también es importante porque descubrimos que en él viajó a Malvinas un soldado olivense”, explica a Ámbito el fundador y actual director del MUNAM, Gabriel Fioni.

Veterano de Malvinas

Adquirido de fábrica en 1979 para reemplazar a los veteranos DC-3, el Fokker se sumó a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico Móvil.

En 1982 se le removieron los asientos para adaptarlo como avión sanitario y fue apostado en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS).

Durante la guerra, tuvo una destacada labor uniendo el continente con las Islas y sorteando el bloqueo británico para evacuar heridos y trasladar tropas. Incluso se convirtió en la segunda aeronave argentina en tocar pista en la capital isleña.

Aquel 2 de abril, tras un primer intento que fue abortado por disparos enemigos, logró aterrizar en Puerto Argentino y desembarcar al personal militar.

Más tarde volvió al continente trasladando a heridos, infantes de Prefectura y Armada y al cuerpo del capitán Pedro Giachino, el primer caído de la contienda. Sus años de servicio terminaron en 2008 y desde entonces está apostado en el Aeropuerto de Ezeiza.

Cesión

Gabriel Fioni se enteró de la situación de la nave en 2020 a través de un jefe de la Armada, que ofreció cederla al museo.

“Nos dijo que era uno de los dos F-28 que operó en Malvinas, nos dio la matrícula y empezamos a investigar con asesores nuestros. Hablé con el capitán de navío Juan José Membrana, que fue piloto de Tracker en 1982, y empezamos a recibir documentación, fotografías”, explica.

Tripulación del día 2 de Abril: de campera marrón Urbano, Schmidt y Gómez; de campera azul Fossati, Carrero, Guentin y Tourne
Tripulación del día 2 de Abril: de campera marrón Urbano, Schmidt y Gómez; de campera azul Fossati, Carrero, Guentin y Tourne
Al anunciar en las redes sobre la adquisición, el Veterano de Guerra de Malvinas (VGM) Daniel Chiarla, quien viajó en el avión el 2 de abril, se contactó con él y le reveló que en ese vuelo estaba el soldado oriundo de Oliva Milton Galindez, fallecido posteriormente al conflicto. El hecho le dio un significado mucho más potente a la necesidad de tener el Fokker en el museo.

Fioni cuenta: “El avión todavía tiene los colores originales, con algunos cambios. Necesita una lavada de cara, porque lleva 15 años sin volar. Está bastante completo en su interior. La idea del museo, con la campaña que estamos realizando, y que ojalá se nacionalice porque Malvinas nos atañe a todos, es poder reunir el dinero necesario para desamarlo, transportarlo y armarlo aquí, en Oliva”.

El estado actual del avión.
El estado actual del avión.

Carrera contra el tiempo

Para cumplir con el objetivo, el museo tiene que recaudar $3 millones antes del 30 de octubre, fecha que la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) puso como límite para mantener a la aeronave en Ezeiza.

Desde el inicio de la campaña, Fioni y su equipo ya juntaron cerca de $700 mil.

“La campaña de donación es de $1.000. Estamos hablando de 2.500 argentinos que puedan donar $1.000 a las cuentas de la fundación. Con eso, nosotros podemos hacer el traslado y desarme y rearmado del avión, además de la recuperación. Por su estado, necesita mucho cariño, mucho trabajo; digamos que finalmente lo vamos a dejar como en sus mejores días”, detalla el director de la institución.

Y amplía: “La idea es que esté en un espacio donde se guarda la memoria y que en su interior se dicten conferencias, que las escuelas lo conozcan, vean cómo se operó en Malvinas y poder hablarles, nosotros o los Veteranos, de las historias de la guerra”.

De lograr el cometido, el MUNAM busca generar un evento para concientizar a los ciudadanos de lo que significa la preservación del material histórico y trasladar el avión entre Buenos Aires y Córdoba con una gran caravana “malvinizadora”.

“Nos gustaría malvinizar a través de la ruta. Soñamos con un viaje muy lento, invitando a la gente de las ciudades vecinas a la autopista a que se acerque a saludarlo, a despedirlo, y que llegue al museo para su descanso final”, remarca Fioni.

Al respecto, el olivense destaca que no siente a la institución que dirige como un “museo de guerra” sino como “un espacio donde se preservan las historias de vida de quienes fueron a la guerra”.

“Practicamos la memoria activa; en forma permanente ejercitamos el hecho memorioso para facilitar el reclamo permanente. Una manera de contagiar vinculando cada día más gente con el hecho concreto no militar, digamos, sino el uso y el reclamo del derecho sobre la soberanía que tienen nuestras Malvinas”, agrega.

Memoria histórica

Nacido a mediados de los 90 -fruto de la inquietud de Fioni por la causa y de los consecuentes vínculos que tejió con Veteranos y familiares de caídos-, el Museo Nacional de Malvinas es uno de los más grandes del país en su tipo.

Aviones, uniformes, cartas, fragmentos de buques, pertrechos y bombas, entre otros muchos objetos, son parte de su muestra permanente, que invita a conocer al detalle la historia de la contienda.

En mayo de este año, el MUNAM recibió y entronizó los restos repatriados desde el Reino Unido del Mirage V-Dagger que piloteó durante el Conflicto del Atlántico Sur el teniente Héctor Volponi, caído en combate el 23 de mayo de 1982.

Si bien el museo es una fundación, su director destaca el trabajo mancomunado con el Estado y el apoyo permanente que recibe, en especial de la Secretaría de Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur que preside Guillermo Carmona.

“Nos escucha y nos apoya. Eso, para un museo como este, que a pesar de su tamaño y de su tiempo es poco conocido porque está en el interior del interior, nos deja muy bien parados; nos hace fuertes y nos permite avanzar en estos desafíos que no son nada fáciles”, concluye.

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