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Malvinas

La maestra argentina que estaba en Malvinas el 2 de abril de 1982: “En los cuadernos me escribían ‘váyanse a casa’”

Antes de la guerra de Malvinas -que cumple 40 años- hubo un tiempo en que la relación con los isleños era fluida. A raíz de los Acuerdos de Comunicación del año 1971 firmados entre Argentina y Gran Bretaña, los lazos se profundizaron a nivel cultural, económico y comercial.

En ese marco de intercambio de bienes y personas hubo uno muy particular: el envío de maestras argentinas a las escuelas primarias y secundarias de Malvinas para enseñar el idioma castellano. No fue sólo un hecho pedagógico. Fue un puente diplomático y cultural. A cambio, muchos isleños viajaron al continente para estudiar en colegios bilingües.

Después de entrevistar a muchas aspirantes, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Consejo Nacional de Educación Nacional seleccionó a jóvenes entre 22 y 25 años: las hermanas María Teresa y María Fernanda Cañas; Teresa Volpe, María Alejandra Hills, María Eugenia Grecco, Marta “Grace” Tricotti, Lilian García, Nora Prieto; el matrimonio Maurice Mathews y Alicia Zapata; y María Isabel Hoffmann. Todas ejercieron su profesión en la capital, donde el español era materia obligatoria dos veces a la semana. En el nivel primario enseñaron en el colegio “Stanley Juniors School” y el nivel secundario en el “Sr. Paul Gaskin” y el “Community School”.

La última de ellas, María Isabel Hoffmann, que tenía 23 años entonces, tenía contrato desde el 1° de enero al 31 de diciembre de 1982. Es decir, estaba el 2 de abril de 1982 en Puerto Argentino cuando sucedió la reconquista del territorio. Maestra de lengua inglesa, nacida en el barrio de Palermo, llegó al territorio malvinense en un período aún signado por las negociaciones, y vivió la mitad de su corta estadía en periodo de guerra.

El contrato -que firmó con el propio ministro, Cayetano Licciardo (que era Contador)- establecía un pago de 11.853.619 pesos Ley 18.188 mensuales, unos 990 dólares de aquella época, solventados con fondos del crédito asignado a la Dirección Nacional de Educación Primaria para este fin. En el mismo, se estipula un trabajo de 12 horas semanales. Y señalaba que dependería para “todas sus actividades en esta parte del territorio nacional del representante argentino en Puerto Stanley”.

Hoy María Isabel tiene 63 años, vive en Capital Federal y es soltera. Según su relato, la situación política entre nuestro país y los isleños se preveía de alguna manera: “Llegué a través del contacto de otra maestra que ya había viajado y trabajado en las islas. Era amiga de mí hermana y se contactó conmigo debido a mi profesión de profesora de inglés, para preguntarme si quería viajar a las islas, ya que el gobierno argentino de aquel entonces estaba buscando nuevas maestras.

Por medio de una carta, en la cual adjunté una especie de currículum, me presenté en el Ministerio de Relaciones Exteriores y junto a otra maestra fuimos nominadas y seleccionadas de un grupo inicial, ella para cubrir la enseñanza primaria y yo la secundaria. Sin embargo, debido al escenario que se gestaba en el sur, apenas por lo que se traslucía en los medios de la época, la otra maestra decidió no viajar, entonces desde el Ministerio me piden recomendaciones de reemplazo, por eso decidí ofrecer la vacante a alguien más, pero de todas mis colegas, ninguna aceptó. Ante esto yo viajé igualmente en febrero de 1982. Antes de viajar me llamaron nuevamente del Ministerio de Relaciones Exteriores, mantuve una reunión en donde me solicitaban que en las islas debía hacer una especie de análisis de cómo era el escenario allá, qué estaba sucediendo en la comunidad isleña, advirtiendo principalmente en el escenario educativo”.

-¿Cómo viajó?

-Viajé en un vuelo de LADE, directo desde la ciudad de Buenos Aires con escala en múltiples ciudades, compartí el vuelo con personas de LADE y empleados de Gas del Estado que iban a refaccionar el gas de los hogares en las islas. No teníamos carné de entrada o salida al territorio malvinense, solo fui. Por medio de un acuerdo entre el gobierno argentino y el británico, nosotras viajábamos a las islas a enseñar castellano a los niños, niñas y adolescentes; además por ese acuerdo Argentina solventaba los vuelos y pagaba los sueldos, mientras que Gran Bretaña nos daba la casa y pagaba los servicios.

-¿Dónde vivía?

-La casa estaba ubicada en una cuadra donde vivían todos los profesores, si no me equivoco estaba en frente del Monumento a la Primera Guerra Mundial. Cuando llegué me recibió el Director de la escuela donde iba a trabajar. A su vez, cuando llegamos nos daban una radio que solamente tenía una perilla para subir y bajar el volumen y para apagarla y prenderla y en sí escuchábamos siempre anuncios, era una especie de parlante. La experiencia allá era nueva, siempre recuerdo la casa con la turba y la vivencia de comer carne de cordero. El carnicero pasaba por la casa y me dejaba el pedazo de carne que le dejaba escrito, luego yo me encargaba de cortarla.

-¿En qué fecha llegó a las islas?

-Era marzo, tal vez los primeros días del mes o a mitad. Cuando llegamos me acuerdo de que la esposa del Comodoro Gilobert (autoridad representante de la Argentina en la capital de las islas) nos invitó a una reunión social, allí se realizó una fiesta donde mi presencia fue bien recibida, ya que si bien no se había iniciado el periodo escolar yo ya me integraba a las actividades sociales de las islas y eso había causado buena sensación en la comunidad isleña.

-¿Cuál era su rol en la escuela?

-En la escuela primaria se impartía castellano tres veces por semana, el objetivo era introducir la lengua española, en cambio en la secundaria se enseñaba todos los días, incluso tenían a determinado tiempo un examen aparte en español, además del aprendizaje diario.

-¿Cómo era el trato con los estudiantes?

-Muy bueno, yo no puedo decir nada al respecto. En primaria no había ningún tipo de queja y en la secundaria tampoco, a veces cuando me llevaba los cuadernos para corregir adentro encontraba alguna que otra nota que decía “váyanse a su casa argentinos”, pero solamente eso, ellos veían a Argentina como un Estado proveedor de alimentos y servicios solamente, no tenía un significado más allá de eso.

-¿Cómo vivió el 2 de abril?

-Me acuerdo que el 1° de abril a la noche me encontraba en mi casa, en vísperas de la recuperación militar argentina de las islas, estábamos cenando con un muchacho que era empleado de Gas del Estado y en ese momento escuchó por la radio el anuncio de que estaba próximo a las islas un desembarco argentino. Automáticamente, sin ponerme muy nerviosa, le pedí a la persona que se vuelva a su casa. Y luego de prepararme para dormir, un profesor inglés, que se encontraba como guardia civil, miembro de Falklands Islands Defence Force, un voluntario, me avisa que tenía que llevarme al Town Hall y que solo debía llevarme una toalla y jabón. Cuando llegamos nos revisaron los bolsos y las carteras que teníamos. El objetivo era agruparnos, de alguna manera protegernos, estábamos todos los argentinos juntos, no estábamos prisioneros, era una especie de seguridad. Estuvimos ahí por unas horas. Fue una experiencia sumamente traumática. Incluso luego de estar ahí, el ver por la calle como los tanques de nuestro país andaban por la calle. En un momento, varios soldados argentinos abrieron las puertas del lugar donde nos habían llevado y nos dijeron que nos vayamos, ahí me estaba esperando el mismo profesor que me había llevado. En ese momento vi como el resto de las mujeres argentinas desaparecían, es decir, se iban de las Malvinas, partieron, pero yo me quedé, continué en las islas.

-¿Fueron difíciles para usted los días que siguieron?

-Lo que se veía era muy triste. Allí pasé incluso las Pascuas de 1982 y vi como llegaban las tropas inglesas. Luego de eso entendí que tenía que irme de alguna manera y fui a pedir que me enviaran de regreso al continente. De un momento a otro me fui, me subieron a un Hércules y me fui. Creo que mi partida tan rápida dio una noción en quienes me conocían en las islas de lo que estaba sucediendo y lo que iba a desatarse. Antes de irme, camino al aeropuerto, veía las tropas caminando por el pueblo, las cuales no eran multitudinarias. Con el Hércules llegué a Río Gallegos, de ahí no tenía cómo volver a Buenos Aires, así que llamé desde una oficina y arreglaron para que volviera en otro vuelo, y me tomé un avión de línea hasta mi casa.

-¿Cómo calificaría su experiencia?

-Fue muy traumática para mí, estuve años sin hablar de mi paso por las islas. Cuando llegué, mi hermana había organizado una reunión para que contara cómo me había ido. La gente no entendía lo que estaba sucediendo, no era algo lindo de contar, estuve mucho tiempo sin hablar. Fue un sentimiento muy fuerte estar allá, al regresar borré todo. Para mí era algo nuevo Malvinas, una experiencia totalmente nueva, una oportunidad de algo diferente. Era una posibilidad de estar dos años, juntar plata. Enseñar español para mí era un cambio de ciento ochenta grados, vivir sola, algo sumamente distinto.

-¿Volverías a las Malvinas?

-Sí, volvería. Quisiera estar, ver, saber cómo sigue, me gustaría saber cómo está todo allá. Cuarenta años después, la vida te enseña otros valores, entendí que no fue una guerra usual y aprendí una nueva emoción: que nada tiene valor, solo la vida, tu cuerpo y tu mente. Esa incertidumbre de no saber qué va a pasar te enseña a ver la vida diferente.

Por Federico Martín Gómez y Jazmín Maccari

El Magister Federico Martín Gomez es Director del Laboratorio de Políticas Públicas hacia Malvinas. Sec. Ext. JURSOC UNLP. La Licenciada Jazmín Maccari es Investigadora del Laboratorio de Políticas Públicas hacia Malvinas. Sec. Ext. JURSOC UNLP. Ambos son investigadores del proyecto “Señorita maestra: la construcción de soberanía y puentes culturales hacia Malvinas a través de nuestras maestras de español (1974-1982)”

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