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Malvinas

Un adiós que esperó 40 años

El 25 de abril de 1982 los británicos tomaron el control de las Georgias. Al día siguiente John Coward, capitán del destructor HMS Brilliant, le indicó al capitán de fragata Horacio Bicain, comandante del Submarino Santa Fe, que quitase la nave del muelle porque dificultaba las operaciones de los buques ingleses. Estaba inclinado a babor y con la proa levantada y representaba un peligro latente por los explosivos que llevaba.
Félix Artuso era maquinista en el submarino Santa Fe, que participó en la guerra de Malvinas. Tuvo una incomprensible muerte.
Félix Artuso era maquinista en el submarino Santa Fe, que participó en la guerra de Malvinas. Tuvo una incomprensible muerte.
Se designaron a media docena de argentinos a que lo llevasen fuera del muelle. Uno de ellos era Félix Oscar Artuso, un suboficial primero maquinista de 36 años que, cuando fue convocado, se despidió de la familia con la convicción de que no iría a regresar. Con los argentinos abordaron la nave británicos, que tenían la orden de evitar cualquier maniobra que llevase al sumergible al fondo del mar para siempre.
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Un homenaje que esperó 40 años. Cristian, que tenía 8 años cuando su papá fue a la guerra, por fin visita donde fue enterrado. (Gentileza Familia Artuso/Sergio Fernández)Un homenaje que esperó 40 años. Cristian, que tenía 8 años cuando su papá fue a la guerra, por fin visita donde fue enterrado. (Gentileza Familia Artuso/Sergio Fernández)
Desde el puente de mando, el comandante argentino, acompañado por un británico, daba instrucciones al personal. Cuando el submarino de pronto se escoró, Artuso hizo rápidos movimientos claves para estabilizarlo, pero fueron interpretados por un británico como un intento de sabotaje y lo mató de varios disparos.

Fue un crimen de guerra que los ingleses interpretan como un lamentable error.

Karina Artuso, la hija del medio, decían que era la más compinche del padre. (Gentileza Familia Artuso /Sergio Fernández).Karina Artuso, la hija del medio, decían que era la más compinche del padre. (Gentileza Familia Artuso /Sergio Fernández).
Artuso fue sepultado en Grytviken con honores militares. Y desde entonces sus hijos Cristian, Karina y Carolina, que al momento de la guerra tenían 8, 6 y dos años respectivamente, se propusieron lo imposible: viajar a esas islas perdidas en el Atlántico Sur, a 1300 kilómetros al sudeste de las Malvinas, a visitar la tumba. Alicia, la esposa de Artuso falleció hace unos años, y tiene dos hermanas, que no estaban en condiciones de viajar. Una tercera, Josefina, que también murió, hizo innumerables viajes a Buenos Aires para lograr la tan ansiada visita.

En conmemoración de su muerte, el 26 de abril fue instituido como el Día del Maquinista de la Armada Argentina. Artuso fue condecorado con la medalla “La Nación Argentina al muerto en combate” y declarado, por ley, héroe nacional.

En el 2001 quedó constituida la Asociación de Veteranos de Guerra de Malvinas, presidida actualmente por el general de brigada retirado Sergio Fernández, que durante el conflicto fue, como teniente primero, jefe de una sección de la Compañía Comando 601. Decididos a reactivar asuntos pendientes, esta asociación se propuso en el 2013 encontrar una solución para viajar a la tumba del único caído en tierra que aún no había podido ser visitada.

Carolina Artuso, la hija más chica.Carolina Artuso, la hija más chica.
Primero, las gestiones fueron informales y en 2017 fueron recibidos por Mark Kent, por entonces embajador británico en nuestro país. Ambas partes sabían que el viaje no sería sencillo porque es un destino que no es habitualmente visitado o que esté dentro de rutas comerciales habituales. La postura de los miembros de la asociación fue la de no viajar en un buque de bandera inglesa.

Fueron innumerables reuniones, donde se despejaron dudas y se buscaron consensos. Se interesó, además, al Ministro de Defensa y al Secretario de Malvinas de la cancillería argentina.

El entierro de Artuso en abril de 1982. El féretro no está cubierto por la bandera argentina.El entierro de Artuso en abril de 1982. El féretro no está cubierto por la bandera argentina.
El año pasado los argentinos propusieron a los ingleses que los hijos de Artuso viajasen en el rompehielos Almirante Irízar, para la campaña de verano que el buque emprendería a la Antártida.

La respuesta fue negativa.

La cuestión había llegado a un punto muerto. Sergio Fernández hablaba habitualmente con Karina Artuso, la más compinche de su papá. La mujer se mostró en un principio descreída e incrédula, a tal punto que no le reveló a sus hermanos que estaba conversando sobre la posibilidad de viajar. Lo hizo casi a último momento.

Cuando no pareció haber una solución, Marcelo De Bernardis, reconocido maratonista, lo llamó a Fernández y le adelantó su intención de ir a las Georgias a rendir homenaje. “A ustedes los manda Dios”, le respondió.

Irían con Quark, una empresa de cruceros canadiense, que con el buque Ocean Diamond, saldrían de Ushuaia, harían Georgias y la Península Antártica. La empresa destaca de ese archipiélago la vida silvestre, los glaciares, los fiordos, los pingüinos monarcas de Salisbury Plain y los elefantes marinos, y las promociona como “las Galápagos del polo sur”.

Un merecido homenaje: en el centro De Bernardis, a su lado el almirante Martin, Alberto Macías y Cobos Porta. (Gentileza Lucas Martin).Un merecido homenaje: en el centro De Bernardis, a su lado el almirante Martin, Alberto Macías y Cobos Porta. (Gentileza Lucas Martin).
La nueva dificultad era afrontar los costos de los pasajes: cada uno valía 14.500 dólares (a precio de junio), una verdadera fortuna para una asociación de veteranos que se mantiene con una cuota mínima de sus socios. Cuando ya todas las puertas se habían cerrado en la búsqueda de financiamiento o donaciones, la empresa les dijo que llevaría a los tres hermanos sin cargo.

Personal de la Armada los acercó a Buenos Aires. De ahí el 3 de diciembre volaron a Ushuaia, donde embarcaron. “Cristian, Karina y Carolina lo vivieron con mucha emoción, fue un momento único en sus vidas”.

Finalmente ayer domingo fue la visita a la tumba. Luego de desembarcar, pasaron por la planicie de Salisbury y de ahí a Gritviken y su cementerio, donde también está enterrado el explorador irlandés Ernest Shackleton.

Los hijos pusieron una única condición: estar un momento a solas ellos tres.

Llevaron dos placas, una con sus nombres y otra una foto de su papá en acrílico. Es lo que se permite por disposiciones vigentes, más que nada por cuidado del medio ambiente.

Luego de la visita privada, rindieron homenaje cinco argentinos: Marcelo de Bernardis, oficial de reserva del Ejército y tres veteranos de guerra: el almirante Daniel Martin, el cabo Alberto Macías, los dos del submarino Santa Fe, y Daniel Cobos Porta, de la corbeta Guerrico. Completó el contingente el hijo del almirante Martin.

Sobre la tumba desplegaron una bandera argentina, que tuvo un profundo sentido: cuando los ingleses lo enterraron, no cubrieron el féretro con ninguna bandera argentina, a pesar de que se disponía la que llevaba el submarino.

Con una grabación, un clarín tocó a silencio.

A última hora de la tarde, embarcaron y partieron hacia la Antártida. Los tres hermanos cumplieron un anhelo que llevaba ya cuarenta años: el de decirle adiós a su papá.

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