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Nacionales

El desmadre inflacionario preanuncia un escenario complicado para 2023

Un acuerdo con el FMI que se anunció como histórico y que contribuyó a quebrar internamente al Gobierno nacional y tres ministros de Economía en un año. Esos fueron apenas algunos de los datos sobresalientes de un 2022 que, por el comportamiento de la mayoría de las variables macro, debería ser para el olvido, pero que será difícil no recordar.

Con una inflación que, se estima, llegará a los tres dígitos y un tipo de cambio diferente para cada tipo de comprador, entender la economía argentina se volvió una intención ambiciosa.

"Más que tomar año calendario, nosotros miramos desde octubre de 2021, después de que el oficialismo perdió en las PASO. Tras esa derrota, el Gobierno tenía la necesidad y oportunidad de aplicar un manual de supervivencia, que incluía acordar con el FMI, no reprimir precios ni tipo de cambio y pisar el gasto. Se cumplió a medias", describe Facundo Martínez, director de Macroview y economista del Ieral, de la Fundación Mediterránea.

Martínez recuerda también que la guerra entre Rusia y Ucrania elevó el costo de la energía que el país compra y asegura que eso neutralizó el efecto de una cosecha a buenos precios internacionales. Pero advierte que esa situación también fue vivida por otros países. Sobre la partida de Martín Guzmán, reflexiona: "No sé cómo duró tanto: sostenerse con una inflación del 50 por ciento es difícil". "Después, fue peor y, además, la inacción del Gobierno resultaba desesperante: hubo una corrida importante que no pasó a mayores por la emisión. Y la inflación, que se estimaba en un 70 por ciento, terminó en el 100", lamenta.

Para 2023, augura: "Entraremos con desbalances macroeconómicos crecientes. Será un año de chispazos económicos y políticos. Unas PASO ordenadora en julio, en la que aparezca un candidato que dé la esperanza de un cambio, sería beneficiosa; de lo contrario, el escenario político electoral se extenderá y hará todo más difícil", opina. Asegura que Sergio Massa debería ser el más interesado en que se concrete la primera opción: "Está en una maratón de 42k y recién va por el tercio".

Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, subraya que la inflación de 2022 "marca un deterioro muy importante de la situación macro, con independencia de otras variables". "Terminaremos el año con una inflación del 100 por ciento, que es algo que no se ve desde principios de los 90", dispara.

Enumera otros indicadores preocupantes: disminución de las reservas internacionales; caída del salario real; deterioro del superávit comercial por el atraso cambiario y por el aumento de los precios de la energía; elevada brecha entre los tipos de cambio y crecientes controles en las importaciones, que redundó en una erosión de la actividad económica. Coincide en apuntar al crecimiento como única variable con comportamiento favorable. Pero también lo relativiza: "Se estima que terminaremos el año con un crecimiento del 5 por ciento, que se sumará al del año pasado y hace mucho que en la Argentina no se encadenan dos años consecutivos de crecimiento. Pero en 2021 fue por la recuperación pos Covid y la forma que tomó dejó un arrastre estadístico enorme, de aproximadamente 4,2 por ciento. En consecuencia, de ese 5 por ciento, 4,2 puntos son arrastre". Tiscornia aclara entonces que el resultado es un crecimiento genuino bajo, que se está viendo afectado en los últimos meses por los controles a las importaciones. "En consecuencia, la performance macroeconómica de este año es muy mala", resumió.

Lejos de calificarlo como un fracaso, el economista considera al acuerdo que se firmó a comienzos de año con el FMI como un factor de contención, que permite evitar un deterioro mayor.

Respecto de 2023, no es optimista sobre la posibilidad de que se resuelvan los problemas macro que se agravaron este año. Considera que el proceso electoral será un factor más de presión sobre el gasto público -lo cual profundizaría el déficit fiscal- y que, con ello, vuelva la tentación de emitir para financiarlo, lo que echaría por tierra el compromiso asumido con el FMI. A esa situación, se añade que el mercado de deuda se está restringiendo y que el Gobierno acumula vencimientos para el tercer trimestre -momento cercano a las elecciones-, por lo que el escenario sería de mayor incertidumbre. Además, desaparecerá el efecto "arrastre", por lo que las posibilidades de crecimiento se verían disminuidas.

El resultado de las urnas, continúa, podría provocar un cambio de expectativas, pero en ningún caso alcanzaría para revertir el panorama complejo.

"En el marco general de una economía desbalanceada y desgastada, la realidad es que llegamos a fin de 2022 con varios frentes de preocupación hacia adelante, pero también con algunos elementos que podríamos llamar ‘positivos' que vienen ayudando a reducir los ruidos macroeconómicos", señala Elisabeth Bacigalupo, responsable del Equipo Macroeconómico de Abeceb.

Entre los factores que -indica- ayudaron a la gestión de los desbalances macro estuvieron el consumo y el nivel de actividad y niveles de conflictividad laboral y social en ascenso, pero contenidos. También, la permanencia de términos de intercambio con buenos niveles (pese a que descendieron de sus picos de principios de año); una dinámica fiscal mejor de la esperada, de la mano del buen desempeño recaudatorio, y los "microrecortes" suficientes para bajar el gasto real en comparación con las altas erogaciones del "Plan Platita" que siguió a las PASO en 2021.

Con miras a 2023, es insoslayable el efecto que seguirá teniendo el contexto internacional en la débil economía del país. "La recesión en los Estados Unidos y Europa es cada vez más probable y los riesgos geopolíticos en torno a Rusia, Ucrania y EE.UU.-China oscurecen el horizonte de cara al año próximo", prevé Bacigalupo.

Pero lo que estará en el centro de mira, añade, será la política cambiaria. Asegura que, con bajo stock de reservas netas y el aumento de la incertidumbre que suele verificarse en años electorales, el Banco Central llega a 2023 sin margen para atrasar el tipo de cambio real. En consecuencia -dice- se espera la continuidad de la estrategia "de tres patas" de los últimos meses: intentar devaluar al ritmo de la inflación, mantener tasas de interés reales más altas alineadas con el objetivo de preservar la demanda de pesos y continuar con una minuciosa política de administración de las cantidades de dólares (vía cepo y control de importaciones), complementada con iniciativas de incentivos para que ingresen más dólares (como fue el "dólar soja", el régimen especial para la economía del conocimiento o, recientemente, el dólar MEP para turistas). Sin embargo, esto sucederá en un contexto en que no se descarta que los oferentes de dólares (principalmente, exportadores) se sienten sobre las divisas entre mayo y julio, a la espera de otro rumbo cambiario.

Enfatiza que, este año, el mercado cambiario siguió "muy presionado". Lo atribuye a que el BCRA solo logró comprar más de lo que vendía cuando endurecía los controles o adoptaba nuevas medidas, como el "dólar soja". Advierte sobre que, pese a la implementación del nuevo Sistema de Importaciones de la República Argentina y de Pagos de Servicios al Exterior (SIRA/SIRASE) a mitad de octubre -que auguraba cierta descompresión cambiaria, al menos, por algunas semanas-, "el BCRA cerró el décimo mes del año con un saldo negativo de ventas netas por nada menos que US$ 500 millones, que se agravó notablemente en noviembre, cuando el Central tuvo que vender US$ 800 millones en los primeros 11 días del mes, equivalente a un ritmo mensualizado de US$ 1800 millones, similar a los peores momentos de julio-agosto, predólar ‘soja'".

Bacigalupo cree que la alta inflación, las restricciones a las importaciones y el escaso margen del Gobierno para aplicar políticas fiscales y monetarias muy expansivas para ganar la elección redundarán en 2023 en un magro desempeño para la actividad económica y el consumo, por lo que no se descarta que cierre con una suba del PBI en torno a 0 por ciento. En 2022, la actividad económica se mostró, dice, más resiliente de lo esperado a los "ruidos macro" y eso se logró gracias a los incentivos para adelantar consumo por la alta inflación o la opción de los consumidores de comprar bienes durables por la suba de la brecha cambiaria o la falta de opciones de ahorro. "Es de esperar que estos efectos estimulantes de corto tiendan a disiparse sin que alcancen a ser compensados por los efectos de las eventuales medidas electorales acotadas que se descuenta puede haber", agrega.

Hay dos factores que menciona la analista que podrían influir en el desempeño de los mercados financieros y de la economía en 2023. Por un lado, los posibles resultados electorales y, en segundo lugar, las especulaciones o señales sobre los posibles lineamientos de política económica en 2024. "Señales adecuadas, por ejemplo, sobre el futuro manejo de la deuda en pesos, o sobre el propio régimen cambiario, serán claves al momento de moldear el tipo de sendero (más o menos volátil; más o menos pedregoso) que deberemos transitar hasta la poselección", remata.

RUIDO DE FONDO

Con los ojos de hoy, Pedro Siaba Serrate, head de Research & Strategy de Portfolio Personal Inversiones (PPI), considera que el acuerdo con el FMI falló. "No pudo ser el aval de la racionalidad que se esperaba antes de su firma", lanza. "El Fondo fue muy permisivo frente a los trucos contables que Argentina usó con el correr de los meses para sortear las metas, que, ya de por sí, no eran muy ambiciosas. No plasmó el plan robusto que necesitaba el país", añade. Siaba Serrate cita como ejemplos de esa laxitud el haber aceptado como ingresos extraordinarios la capitalización de los bonos CER y el doble cómputo de los DEG (fueron sumados a las reservas y a la vez vendidos al BCRA para financiar el déficit del Tesoro). "Fueron algunas de las 'trampas' que deterioraron la confianza en el plan del FMI. Quedó demostrado que el mercado es el que tiene la última palabra", completa.
Con vistas a 2023, Siaba Serrate considera que la evolución de la mayoría de las variables macro dependerá de lo que suceda con la formación de pesos y la potencial salida del cepo, que reprimiría los efectos de lo que denomina como "una ola de liquidez". PPI estima que hay un excedente de pesos de 7,5 por ciento del PBI, lo cual equivale a unos US$ 40.729 millones medidos al tipo de cambio oficial, o US$19.997 millones al dólar Contado con Liquidación (CCL). Por otra parte, la mayoría de la deuda (un 87,2 por ciento) se ajusta por inflación, por tipo de cambio o el máximo de ambos, por lo que, proyecta el especialista, el excedente de pesos se profundizará por la emisión endógena que representa el déficit cuasifiscal (que se produce cuando el estado de resultados del BCRA tiene un saldo negativo).

"No se trata de una magnitud despreciable. Si se tiene en cuenta el nivel de tasas actual, el pago de intereses suma entre $ 545.000 millones y $ 550.000 millones mensuales (12 por ciento de la base monetaria)", ilustra. Pese a esta situación, desarmar el cepo sería una alternativa desafiante para un eventual gobierno que quisiera hacerlo, por la experiencia de la Administración Macri al respecto.

Sobre el mercado de trabajo, Fausto Spotorno, director del Centro de Estudios Económicos de OJ Ferreres y del Instituto de Economía de UADE, destaca que este año el desempleo se mantuvo bajo "gracias a la expansión del informal y el independiente". En contraste, apunta, el empleo formal privado se recupera muy lentamente y el salario pierde levemente contra la inflación. "El salario real sigue siendo el más bajo de la década", asevera.

Para 2023, prevé que la inflación se estabilizará en torno del 100 por ciento. Pero advierte: "Siempre y cuando, el dólar se mantenga en esta línea, en la que se mueve al ritmo de la suba de precios". Augura que "la actividad se mantendrá estancada, con fluctuaciones, al igual que el salario real y el empleo".

Ignacio Warnes, director del Departamento de Economía y Finanzas de la Universidad Católica Argentina (UCA), subraya que el acceso al mercado de crédito para empresas y particulares estuvo dificultado por los grandes spreads de rendimiento de los instrumentos de financiamiento. Cita a la gestión de las tarifas y los consecuentes subsidios como causas de la imposibilidad de reducir más el déficit, uno de los puntos acordados con el FMI.

Sus proyecciones son poco optimistas. "Si se mantiene el actual equilibrio inestable, estimamos para 2023 un 2,2 por ciento de crecimiento, una inflación por encima del 100 y una tasa de desempleo de aproximadamente el 6 por ciento", enumera. Agrega que esta situación podría ser más negativa: "Aparecen potenciales riesgos de empeoramiento de dichas variables, y de entrada en un escenario de estanflación, si las carencias de divisas se traducen en un salto brusco del tipo de cambio y un desborde de la inflación". También, alude al contexto internacional, y al riesgo de que Europa entre en recesión en los próximos meses como consecuencia de los altos costos energéticos y de la incertidumbre derivada de la guerra, algo que -augura-podría derivar en una desaceleración de la economía mundial.

"Vemos poco probable el escenario más optimista de implementación de un plan de estabilización antes de las elecciones, debido a la incertidumbre derivada de la situación política vigente", concluye.

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