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El nuevo entretenimiento de la cuarentena: hacer pan casero en casa

Días atrás el médico especialista en Nutrición Silvio Schaier compartió con Ámbito lo que mucho de sus pacientes le informaban: “que escaseaba la levadura porque la gente practica cómo hacer panes, cuando nunca antes lo amasaron”. ¿Pero la gente prepara más pan por algún motivo en especial, o sólo es otro plato más en la necesidad reforzada de cocinar? ¿Puede haber en esa conducta una connotación simbólica sobre que “no falte el pan” en una situación de pandemia? ¿O puede influir el ‘factor miedo’ a la contaminación por una manipulación insegura producto? Esta pregunta, aunque sencilla, podría tener múltiples “condimentos”. ¿Pero por qué no aventurarse a contestarla?

Una de las YouTubers más buscadas en tiempos de confinamiento es, sin duda, Paulina Cocina, quien desde hace tiempo busca que todos perdamos el miedo a las hornallas para realizar distintas preparaciones. “Tengo más consultas en todas mis recetas. El tráfico de mi web y de mis videos creció por tres o cuatro, una locura. Mi canal de YouTube tuvo 15 millones de visitas en el último mes. Ya era muy grande y ahora es algo bestial”, señaló a este medio.

En cuanto a la pregunta que nos convoca, Paulina Cocina dijo no tener el dato concreto de que la gente haga más pan, pero sí tener la certeza de que las personas cocinan muchísimo más. “Creo que por un lado tiene que ver con que uno no sale y hay que cocinar, y por el otro con que hay tiempo”, indicó.

“La gente cuando más cocina, por lo menos en las estadísticas de mi web, es en fines de semana y el comportamiento en la cocina durante el aislamiento es de fin de semana, al animarse a hacer algo que lleva un poquito más de tiempo, de no tener que resolver sino poder aprender a hacer cosas nuevas”, concluyó la Youtuber y autora del libro “Paulina & compañía: Para que te animes a cocinar”.

Si de virtualidad hablamos, desde la red social Pinterest brindaron a través de un comunicado datos específicos sobre la elaboración casera de panificados. “Por todo el mundo se buscan recetas para pasarse el día con las manos en la masa: ‘medialunas de grasa’ (las búsquedas en Argentina aumentaron un 1532%), ‘pan damper’ (subió 263% en Australia), ‘brioche japonés’ (aumentaron búsquedas un 1081% en Francia) y ‘pan navajo’ en EEUU (con una búsqueda emergente que se ha multiplicado que por 350)”, anunciaron a través de un comunicado.

Amasar como terapia

Desde hace un año y medio, la escritora Valentina Vidal hace su propio pan. Cansada de “la falta de gusto y los conservantes” empezó a practicar hasta que un día le salió rico y ahora dice que ya no puede volver a comer otro. “En este tiempo de cuarentena el cambio radica en lo que me cuesta encontrar la materia prima, que es harina orgánica o integral, pero no hay problema, con harina 000 me arreglo hasta que salgamos de esto”, señaló la autora de la novela Fuerza Magnética.

“No entendí muy bien que pasó con lo del pan, como tampoco entendí lo del papel higiénico. Supongo que es un poco porque la gente tiene más tiempo y por la teoría de que amasando descargas los nervios, pero eso no está bueno porque los dejas en el pan y se lo comen otros”, opinó Vidal, pero resalta que está buenísimo que, sin el objetivo de descargarse, la gente lo elabore por su cuenta porque “de un kilo de harina salen tres hogazas grandes, lo cual es muchísimo más rico, sano y económico”.

Por eso, más allá de la contingencia, Vidal experimenta una alegría previa al coronavirus si hablamos de amasar: “Siento que puedo crear algo primario, de hecho, cuando no estaba en cuarentena y me invitaban a comer a alguna casa, siempre llevaba una hogaza de pan envuelta en un papel lindo. Compartir algo que hiciste con tus manos, que es como vital, es una sensación preciosa”, remarcó.

A su turno, la médica psicoanalista Laura Orsi indicó que “realizar cualquier tipo de actividad manual repercute positivamente en el plano psicológico, ya que estimula la imaginación y la creatividad e incluso, en algunos casos, puede ayudar a aliviar o superar crisis personales, bajar los niveles de estrés y a reconciliarse con uno mismo”.

“De hecho, existen grupos estables de personas, que se reúnen con la intención de reconstruir lazos sociales a través del tejido y la conversación amena. Lo mismo suele suceder con el aprender y preparar comida, al reivindicar productos y asociarlos a la nostalgia de lo hogareño. Al estar en cuarentena, son muchos quienes retoman esas habilidades que habían dejado, perdido por falta de tiempo o de necesidad. Recuperan tradiciones familiares de madres y abuelas. Veo madres que cocinan con sus hijas durante el aislamiento, en un clima de afectuosidad de encuentro y apredizaje inolvidables”, remarcó Orsi, quien es miembro de la Asociación Psicoanalítitica Argentina (APA).

Simbolismos y ¿temores?

Más allá de que muchos le prestan atención al hogar, cocinan y buscan mejorar la calidad de vida puertas adentro, las cuatro paredes son permeables a las noticias sobre la pandemia de Covid-19, que ya dejó más de 192.000 muertos a nivel mundial, dicta nuevos desafíos al personal de salud y además acarrea un arduo panorama socioeconómico. Si bien esta situación es inédita por sus características específicas, muchos fuimos criados con la frase “que no nos falte el pan” de cara a las crisis. ¿Esta concepción de alimento primario podría estar asociarse con que la gente lo prepara más?

“Creo que podría haber un aspecto simbólico, porque sabiendo hacer pan, podés sobrevivir en muchas más instancias apocalípticas que antes. Creo también que es hora de derrocar al pan envasado de una buena vez y que, sin ser fundamentalista, el presente nos deja delante de los ojos que una alimentación más sana es súper importante”, opinó Vidal.

Por su parte, Orsi opinó también sobre el aspecto simbólico: “La palabra pan está formada por las iniciales de las palabras ‘primer alimento natural’. El pan es un alimento básico en todo el mundo. Ha estado y está presente en todas las mesas desde tiempos remotos. La palabra \"pan\" viene del griego (todo). Se presume que el pan, el aceite y el vino fueron los primeros alimentos”.

¿Pero puede que el miedo a comprar pan por una posible contaminación lleve a que más personas elaboren el propio? Consultado por Ámbito, el doctor Marcelo Laurido, médico infectólogo de Helios Salud señaló que “no está demostrado que el pan sea un vehículo de transmisión del virus y manteniendo las normas higiénicas habituales no debería representar un riesgo, es decir que el pan al salir del horno está libre de virus y si se manipula correctamente no es un vehículo de transporte”. A la vez recomendó que si ser opta por el envasado, sí se debe limpiar el packaging por ejemplo con la solución alcohol 70% y agua al 30%.

“El virus muere a más de 60 grados y el pan necesita horno. Sólo podría contaminarse si alguien tosió encima o lo tocó con sus manos, pero quienes lo venden trabajan con guantes. Si la persona tiene dudas, el pan siempre se puede volver a calentar en casa. Pero el virus no se transmite por vía digestiva”, agregó la médica infectólga Isabel Cassetti, coordinadora médica en Stamboulian Servicios de Salud.

Más allá de ciertos temores o simbolismos, el aislamiento hace que muchos le pierdan el miedo a la cocina y poner las manos en la masa se vuelve una terapia que, al final, acarrea recompensas.

“Yo diría que se animen todos, que el pan es fácil de hacer, solo hay que aprender a darle amor, a no desanimarse con la primer horneada y que con el tiempo, toda tu gente va a hablar del pan que haces y eso te dibuja una sonrisa en las manos”, concluyó Vidal.

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