
Más allá de los gobiernos, los países tienen una historia y un futuro que les pertenece a todos sus ciudadanos, que no es de ningún gobierno sino que es de todos. Así se construye la patria.
En ese marco, la Argentina tiene desde 1833 una cuestión no resuelta, ya que dentro de su plataforma continental hay un enclave de otro Estado que luego de haber desalojado a las autoridades nombradas por el gobierno de Buenos Aires, decidieron apropiarse de ese territorio y lo mantienen ocupado.
Lamentablemente un gobierno militar argentino le otorgó a los usurpadores un argumento precioso, al haber utilizado la violencia para recuperar las islas. Queda claro que ello fue un error estratégico que tuvo consecuencias negativas para la reivindicación argentina y favoreció a los habitantes de las islas que a partir de allí fueron tratados por la metrópoli con mayor deferencia (hasta ese momento, eran solo kelpers) después las licencias de pesca los hicieron ricos y hubo de ahí en más, mayor presupuesto para su defensa.
No se trata de reivindicar una guerra realizada con fines de política interna para mantenerse en el poder por una Junta Militar que fue (y sigue siendo) una mancha imborrablemente trágica en la historia argentina. El deber de recuperar las Malvinas sigue siendo un mandato histórico y que tiene un basamento constitucional irrenunciable para todos los gobiernos argentinos.
Es por ello que ha sido lamentable el quehacer del gobierno de Cambiemos respecto a las islas Malvinas. El acuerdo Alan Duncan-Susana Malcorra, conocido por el acuerdo Foradori-Duncan, fue poner por escrito la entrega vergonzosa de nuestra soberanía sobre las islas. Posteriormente el acuerdo sobre los vuelos a las Islas que recién se encuentra en etapa de implementación (los ingleses lograron, ante la pasividad argentina que salgan de la ciudad de Córdoba no de Buenos Aires) fue otra forma de aceptar el coloniaje británico.
Durante estos últimos cuatro años todo ha sido un gran retroceso, desde las lamentables declaraciones del embajador argentino en Londres, que reconoció a las autoridades nominadas por Gran Bretaña como legítimas, hasta los acercamientos, no exentos de una pegajosa pleitesía y de querer engañar al decir que había reclamado por Malvinas, circunstancia negada posteriormente por el gobierno británico. El presidente Macri jamás se ocupó del tema, ni en el G20 de Buenos Aires ni en el de Beijing.
El canciller Faurie, por su parte, se desvivió en elogios al ex secretario del Foreign Office y actual Primer Ministro, Boris Johnson, además de no proponer absolutamente nada en sus discursos ante el Comité de Descolonización ni en el marco de las reuniones de la OEA, ni en las reuniones del MERCOSUR.
Todo ello fue producto de que las Malvinas no le interesaban al gobierno de Cambiemos, no era un tema importante de su política exterior, que consistió, básicamente, en tratar de quedar bien con los países anglosajones como principal objetivo.
Así fue que no hubo ningún movimiento, en el sentido de movilizar a la Asamblea General de Naciones Unidas. Al Comité de Descolonización se le otorgó una presencia mínima y las intervenciones del Canciller fueron casi un rezo, lleno de promesas de buen comportamiento, tratando de no irritar ni molestar al Reino Unido. No hubo invocación alguna en los ámbitos regionales ni multilaterales, todo se hizo para ocultar el conflicto, intentando que el mundo no se diera cuenta de que tenemos una cuestión pendiente con Gran Bretaña por Malvinas, silencio, esa fue la política durante estos cuatro años.
El tema Malvinas está en la Agenda de la Asamblea General. La Argentina no lo puede llevar al Consejo de Seguridad; además, Gran Bretaña es un Estado Miembro Permanente y vetaría cualquier iniciativa. Pero las cosas están cambiando en el mundo globalizado.
El Brexit, que finalmente se producirá, debilita aún más al Reino Unido ya que puede perder los 26 votos seguros que tenía provenientes de los Estados Miembros de la Unión Europea, que no serán solidarios con una rémora del colonialismo, en una eventual votación en la ONU. Además el peso internacional de China es incuestionable y, si bien hay grandes diferencias, Hong Kong es un ejemplo donde ese mismo colonialismo inglés tuvo que negociar y retirarse, pese a que despertaba mayor interés que unas islas lejanas que poco le aportan a Londres.
Solo la ineficacia de algunos gobiernos argentinos, que por motivos de política interna han preferido muchas veces bajarle los decibles al conflicto para sacar eventuales provechos económicos o financieros, sumados a la locura de haber iniciado una guerra ilegal y que no podía ganarse bajo ningún concepto ya que se basaba en “que no iban a venir”, ha hecho retroceder la reivindicación histórica.
Es por ello que el nuevo gobierno deberá volver a insistir en el reclamo en las Naciones Unidas, que no serán quienes nos devuelvan las islas pero que tienen un peso importante a nivel global.
En el reclamo bilateral la Argentina no tiene el mismo poder que Gran Bretaña, pero a nivel regional y multilateral la Argentina incrementa la fuerza de su reclamo.
En definitiva la Argentina no puede ocultar la cuestión Malvinas. Es una cuestión nacional que forma parte de la historia de nuestra patria. No es un tema chauvinista, ni de nacionalismo trasnochado ocuparse de reclamar un derecho justo y que pertenece a todos los argentinos, a los que ya no están y los que van a venir. Por todo eso creemos que ha llegado la hora de retomar negociaciones, modificando el eje del tratado de Madrid que estableció un “paraguas” para evitar hablar de soberanía.
Esa etapa debe darse por finalizada y retomar las negociaciones en todos los temas.
El autor es diplomático, ex representante permanente ante la ONU, ex embajador en Canadá y en China.
Compartinos tu opinión