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Nacionales

La guerra de Malvinas y los cañones de La Calera

Esta es la historia del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, una historia de heroísmo, valor, sangre, sudor y lágrimas, pero sobre todo de amor por nuestra tierra, por nuestra patria. Cada uno de los que integramos sus filas conocemos esta historia y nos preparamos día y noche para cuando el clarín de la patria nos llame\".

La frase es parte del crudo y emotivo relato que escribió el subteniente Juan Pablo Pérez Arrieu, oficial del Grupo de Artillería Paracaidista 4, para recordar el 11 de junio, día en el que tuvo lugar una de las las batallas más duras de la Guerra de Malvinas.

Aquel día, los soldados ingleses avanzaron sobre las fuerzas argentinas, que estuvieron protegidos (hasta que pudieron) por cañones cordobeses.

Se trató del Grupo de Artillería Paracaidista 4, que partió desde el aeropuerto de Pajas Blancas el 22 de abril de 1982 y participó en los combates que se desarrollaron en la isla Soledad.

 

El recuerdo del Ejército (por el oficial Pérez Arrieu)

Corría el día 22 de abril de 1982, y las Fuerzas Armadas se encontraban realizando los preparativos para un eventual enfrentamiento armado entre las fuerzas argentinas y las británicas en aquellas gélidas islas del Atlántico sur, 20 días después de la Operación Rosario.

A las 22.30, el jefe del entonces Grupo de Artillería Aerotransportado 4, teniente coronel Carlos Alberto Quevedo, recibía la orden del inmediato traslado de la unidad hacia las Islas Malvinas.

Así comenzaron rápidamente los preparativos y el alistamiento. Luego de 24 frenéticas horas, 22 oficiales, 65 suboficiales y 273 soldados partieron desde el aeropuerto Pajas Blancas rumbo a Comodoro Rivadavia, para luego cruzar hacia las islas Malvinas.

Causa emoción el solo hecho de pensar qué pasó por la cabeza de esos 360 hombres durante esas 24 horas. Muchos se despidieron de sus padres, esposas e hijos como pudieron; otros, quizá, no tuvieron el tiempo ni los medios para hacerlo.

 

De todas formas, cada uno de ellos sabía que el destino los había puesto en un camino lleno de desafíos, sacrificio y sobre todo incertidumbre. No todos regresarían.

Imagen de uno de los cañones de La Calera que combatió en Malvinas. (Ejército Argentino)

 

17 obuses Oto Melara 105 milímetros acompañarían a estos artilleros de La Calera a las heladas latitudes del Atlántico sur. La misión era clara: repeler al enemigo con el poder de sus cañones, piezas de 1200 kilogramos que efectuaban tiros a más de 10 kilómetros con una notable precisión.

El día 28 de abril, la unidad se encontraba en el aeropuerto de Puerto Argentino, que recibió a todas las tropas provenientes del continente, por lo cual estaba repleto de una gran variedad de material bélico: camiones, cajones de munición, cañones, helicópteros y cocinas de campaña.

Entre todo ello, se encontraban los artilleros del 4, quienes, por orden del jefe de Unidad, tendieron sus carpas a un kilómetro y medio del aeropuerto.

Días más tarde, la pista de aterrizaje sería bombardeada por más de 21.000 libras de bombas lanzadas por aviones Avro Vulcan de la Royal Air Force.

Pasada una semana, el Grupo de Artillería sería trasladado al este del arroyo Moody Brook, que se encontraba a dos kilómetros de las primeras casas de los suburbios de Puerto Argentino.

La vista panorámica desde las posiciones de artillería argentinas permitía divisar las numerosas elevaciones que circundaban la capital malvinense.

Los montes Longdon, Dos Hermanas y Tumbledown eran los más próximos. Se iniciaba entonces una larga espera por la llegada de las fuerzas terrestres británicas a las islas.

Durante esos 31 días, los soldados argentinos conocieron el verdadero rigor de las condiciones climáticas; y conocieron el invierno malvinense, que distaba considerablemente del cordobés.

Las temperaturas variaban entre los -5 y los 7 grados centígrados, los vientos rozaban los 50 kilómetros por hora y se encontraban en la temporada de más precipitaciones del año, que usualmente caían en forma de nieve, mojando el equipo, los refugios y el frío acero de las piezas de artillería.

El alba se producía a las nueve de la mañana y el sol se ponía a las cinco de la tarde.

No se divisaba a los 360 grados un solo árbol del cual obtener leña para calentarse ni cocinar, por lo cual el único combustible era el propio suelo malvinense. La turba de las islas es un tipo de suelo esponjoso y con gran capacidad de retención de agua. Una vez desecada, era utilizada en las cocinas de campaña para producir el alimento para las tropas.

Dicho racionamiento se concentraba a las 15 para disminuir los desplazamientos nocturnos y, sobre todo, para evitar luces que pudiesen ser detectadas por el enemigo.

El combate no se haría esperar. A partir de las dos y media de la mañana del 27 de mayo, piezas del Grupo que habían sido enviadas al Istmo de Darwin se emplearían en el combate de Pradera del Ganso. 

Efectuaron apoyo de fuego a los regimientos argentinos que defendieron el aeródromo que funcionaba en ese lugar.

El combate duró más de 33 horas en las que el fuego de artillería causó eficaces efectos sobre las tropas británicas. Fue el 29 de mayo la finalización del combate más largo del conflicto del Atlántico sur.

A pesar de esta primera derrota, la moral de los hombres que integraban la Unidad se encontraba alta y continuamente preparaban sus posiciones para detener el avance británico. Los soldados, aunque jóvenes y sin experiencia, estaban bien instruidos y tenían plena fe en que cumplirían la misión.

Homenaje a los caídos en la Guerra de Malvinas. (Ejército Argentino)

Sin dudas, el espíritu combativo estaba presente y era acompañado de la buena camaradería que caracteriza al soldado argentino.

Primera línea

Los días pasaron y finalmente la noche del 11 de junio las tropas enemigas se habían acercado y ya se encontraban combatiendo contra la primera línea de defensas argentinas. Fue en ese momento cuando las piezas de artillería abrieron fuego sobre la infantería británica causando con su eficacia cuantiosas bajas.

Mediante sus piezas, los artilleros del 4 aerotransportado cumplieron misiones de fuego continuamente, apoyando a las tropas argentinas que ocupaban posiciones en los montes que circundaban la capital.

En los últimos momentos del combate, las posiciones artilleras llegaron a efectuar tiro directo sobre tropas enemigas que se aproximaban a escasos quinientos metros.

Un párrafo especial merece el recuerdo de nuestros 3 caídos en acción producto del fuego enemigo: los soldados Jorge Romero, Eduardo Vallejo y Néstor Pizarro; los tres cordobeses.

Valientes soldados que dejaron su sangre derramada en la turba malvinense, inmortalizándose y convirtiéndose en eternos centinelas de aquellas tierras argentinas, esperando que algún día el Pabellón nacional vuelva a flamear en las Islas.

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