Ser camarógrafo es serlo siempre, en cada instante de la vida cotidiana. No solo soy camarógrafo cuando tengo la cámara al hombro y cumplo mi horario de trabajo, es mucho más que un trabajo cualquiera.
Ser camarógrafo es tener actitud (el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas), aptitud (la capacidad de una persona para realizar adecuadamente una tarea), y sobre todo talento artístico (potencial que tiene una persona en el desarrollo de un conjunto de habilidades).
Las ciencias de la comunicación son muy complejas, y más aún si esta comunicación de mensajes es en base a imágenes y sonidos. Es aquí donde el camarógrafo profesional tiene una responsabilidad muy importante, ya que puede manipular o crear una percepción diferente de la veracidad de los hechos al espectador.
Tener una cámara al hombro, enfocar, y encuadrar una realidad, me convierte en el ojo arbitrario de mostrar al televidente lo que quiero que vea. Hago uso de mis criterios de lenguaje audiovisual para transmitir un mensaje que provoque y despierte sensaciones y emociones. Esa es una gran responsabilidad. Me obliga como camarógrafos a ser responsable con la profesión y comprender que soy diferente, único, especial y con un estilo de vida que alimenta nuestros conocimientos y nuestro talento.
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