
La última mujer estafetera fue Eliana Villarroel, antigua vecina de Río Grande, quien se desempeñó 43 años en el primer servicio postal que funcionaba en el ex Frigorífico CAP.
La primera Estafeta Postal de la ciudad, funcionó entre 1950 y 1975, siendo parte en los últimos años de la empresa pública Encotel, Empresa Nacional de Correos y Telégrafos.
Próximo a cumplirse el Centenario de la ciudad de Río Grande, Eliana Villarroel, accedió a relatar su preciado recuerdo al frente de la histórica oficina de correo.
“Ese tiempo era un barrio chiquito donde giraba todo en el frigorífico. Empecé a trabajar en diciembre del año 68 cuando tenía 18 años hasta el año 76”, dijo la ex trabajadora a Minuto Fueguino.
Sobre su incorporación a este servicio esencial de comunicación, explicó que la entonces trabajadora de la Estafeta Postal, la señora Ema Gallardo de Legunda, le cedió su espacio vacante, “su esposo era enfermero del hospital del CAP y pidió su pase, tiempo después fueron trasladados al hospital regional de la ciudad”, indicó Eliana.
“Del correo le pidieron que recomiende a alguien y ella pensó en mí; fue un trabajo que me agradó todo el tiempo, si tendría que volver a este lugar lo haría sin lugar a duda”, expresó.
También recordó que la época de mayor demanda del servicio se daba en temporada de faena.
“Desde diciembre a marzo o hasta abril inclusive. Ese era el momento donde había mucha gente del norte y de Chile; eran muchos los que escribían cartas para sus familias”.
“Todas los días se acercaban a preguntar porque era el único medio que existía para comunicarse con su gente del norte. Mayormente eran cartas, encomiendas no podíamos recibir porque no había Aduana”, continuó.
Según comentó la vecina, para esa época, una carta simple tardaba de 25 a 30 días en llegar a destino, “las certificadas eran las más rápidas, había un transportista que me llevaba la 'saca' con las cartas, encomiendas no podíamos recibir porque no había aduana”.
“Estaba el teléfono dentro de la oficina del CAP pero era muy caro y no era normal que se use para este tipo de contacto, más que nada era para la empresa”, sostuvo.
Se trataba de una ciudad en miniatura con viviendas y pocos habitantes, que hicieron posible el crecimiento de Río Grande.
“Éramos todos una familia, mi padre no trabajaba en el CAP pero inclusive yo inicié mis estudios ahí, al igual que mis hermanos. Era una vida tranquila, familiar. Para fin de año se festejaban las fiestas y se juntaban todos, era muy lindo”.
Antes de la construcción del Puente General Mosconi, se unía en bote las dos orillas del río transportando a los primeros vecinos desde y hacia el Barrio CAP.
“Teníamos panadería, almacén o proveeduría de comestibles, pero las otras cosas, que eran por mayor, se venían a comprar al centro de la ciudad. No estaba el puente y se usaba mucho el bote para cruzar”.
De esta forma, Villarroel rememoró el cruce entre las dos márgenes, “mi tío, Juan Villarroel fue botero por mucho tiempo, hasta que se lo pasó a Bahamonde, luego a Alderete, el último botero. El bote que era para ocho o diez persona se construyó en el patio de casa con la ayuda de un señor que sabía del tema”.
Y describió, “mi papá tenía a su hermana del otro lado, entonces compraba en el día y recién al otro día volvía a cruzar, era toda una aventura, no era fácil la vida”.
Circunstancialmente, existían traslados excepcionales: “Cuando había boxeo por ejemplo, la gente cruzaba hasta las diez de la noche. Quienes después querían volver se acordaba un horario especificó, a las doce o una de la mañana si la marea lo permitía se hacia el ultimo cruce. Los sábados y domingos era ir y venir el bote, trabajaban muy bien los muchachos”, rememoró.
“Tengo hermosos recuerdos de aquella época., lo único que me da tristeza es ver como se ha destruido el frigorífico. La vez pasada he ido dar una vuelta y muchas cosas ya no están o no es como antes. El cementerio desapareció, había hasta una quinta con frutas y verduras pero ya se perdió de vista”, lamentó Eliana sobre la desidia que prevalece en algunos hitos históricos de este sector.
“Lamentablemente se quemó la casa de empleados que era un hospedaje para todo el personal que venía de trabajar desde Buenos Aires. Ojala vuelvan a arreglar lo que quedó porque es donde nació Río Grande”, apreció finalmente la antigua pobladora y ultima estafetera del CAP, Eliana Villarroel.
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