
Nuevo estudio sugiere que el amoníaco liberado por el excremento de los pingüinos en la Antártida contribuye significativamente a la formación de aerosoles en la atmósfera, facilitando la condensación de vapor de agua y la creación de nubes.
Pingüinos emiten amoníaco → forman nubes.
Nubes reflejan sol → enfrían la región.
Menos pingüinos = menos nubes = más calentamiento.
Guano sigue emitiendo incluso tras migración.
DMA y otros gases potencian el proceso.
Potencial clave para clima polar y sostenibilidad.
El guano de pingüino ayuda a formar nubes que podrían frenar el calentamiento de la Antártida
Cuando se habla de la Antártida, la imagen típica es la de un desierto blanco salpicado de glaciares y colonias de pingüinos resistiendo el frío.
Pero bajo esta postal helada, se esconden procesos ecológicos y atmosféricos mucho más complejos. Uno de ellos tiene como protagonista al guano de pingüino, que está demostrando tener un impacto climático inesperado.
Los pingüinos como moduladores climáticos
El cambio climático está calentando la Antártida más rápido que la mayoría de las regiones del planeta. A medida que el hielo marino retrocede, los patrones climáticos cambian y especies como el pingüino Adelia enfrentan amenazas severas.
Sin embargo, nuevas investigaciones indican que estos animales no solo son víctimas del cambio climático, sino también actores que lo modifican.
El estudio, liderado por científicos de la Universidad de Helsinki, revela que el amoníaco liberado por el guano de las colonias de pingüinos desencadena una serie de reacciones atmosféricas que culminan en la formación de nubes.
Estas nubes ayudan a reflejar la radiación solar, reduciendo la temperatura superficial y ralentizando la pérdida de hielo.
Emisiones de amoníaco sorprendentes y duraderas
Durante el verano austral de 2023, los investigadores midieron concentraciones de amoníaco cerca de la base Marambio.
Una colonia de aproximadamente 60.000 pingüinos Adelia actuó como una fuente masiva de emisiones, con niveles que llegaron hasta 13,5 partes por mil millones, más de 1.000 veces el valor de fondo atmosférico.
Lo más notable fue que, incluso después de la migración de los pingüinos, el suelo enriquecido con guano (suelo ornitogénico) siguió emitiendo amoníaco durante semanas, lo que demuestra la persistencia del fenómeno.
Cómo el guano forma nubes
El amoníaco contribuye a la formación de aerosoles atmosféricos, partículas clave para generar núcleos de condensación de nubes (CCN).
En días con viento proveniente de las colonias, se observó un aumento en número y tamaño de partículas, que alcanzaron el umbral necesario para condensar vapor de agua y formar nubes visibles, como ocurrió el 1 de febrero de 2023, cuando una densa niebla se formó a partir de masas de aire ricas en amoníaco y ácido sulfúrico.
El análisis químico de las gotas reveló sulfato de amonio, evidencia directa de los procesos inducidos por los pingüinos.
Otros gases que amplifican el fenómeno
Además del amoníaco, se detectó dimetilamina (DMA) en pequeñas concentraciones. A pesar de su baja presencia, el DMA aumenta exponencialmente la velocidad de formación de aerosoles, al estabilizar las primeras etapas del proceso.
También se encontraron ácidos oxo de yodo (HIO?, HIO?), que, aunque más relevantes en otras estaciones, jugaron un papel de apoyo.
Impacto regional y retroalimentación climática
El resultado neto de estas emisiones es la formación de nubes más brillantes y persistentes, capaces de modificar los balances de energía en la atmósfera.
En una región con pocas partículas atmosféricas de fondo, como la Antártida, incluso un aumento leve en CCN puede tener efectos visibles.
Pero si la población de pingüinos disminuye debido a la reducción del hielo marino o la escasez de alimentos, también lo hará la formación de nubes inducidas por guano.
Esto podría desencadenar un bucle de retroalimentación negativa: menos pingüinos → menos amoníaco → menos nubes → más calentamiento → aún menos pingüinos.
El papel silencioso de los pingüinos en la regulación climática
Este hallazgo es un recordatorio poderoso de que los sistemas naturales están interconectados de maneras que apenas estamos empezando a comprender.
En regiones remotas como la Antártida, donde las emisiones humanas son mínimas, procesos biológicos como los generados por pingüinos juegan un papel crucial en el equilibrio climático.
Comprender y replicar estos mecanismos naturales ofrece una vía prometedora para el desarrollo de nuevas estrategias de geoingeniería ecológica.
Si se puede sintetizar o aprovechar el potencial del amoníaco biológico para favorecer la formación de nubes en zonas críticas, podríamos contar con una herramienta adicional para moderar el calentamiento global.
Además, estos descubrimientos refuerzan la necesidad de conservar la biodiversidadcomo parte esencial de las soluciones climáticas. Proteger especies clave como los pingüinos no es solo una cuestión ética, sino también una acción climática estratégica.
A su vez, esta investigación nos recuerda que incluso los desechos biológicos —como el guano— pueden desempeñar funciones ambientales positivas, a diferencia de residuos humanos altamente contaminantes como los que contienen amianto, que deben eliminarse cuidadosamente por su toxicidad.
En resumen, la naturaleza ya tiene soluciones en marcha. Solo hay que observarla con atención y actuar para preservarla.
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