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Judiciales

“Quiero que los responsables sean condenados con la máxima pena posible”

El vecino de Río Grande, Carlos Alberto Herrera, acompañó a su esposa el sábado 23 de enero a practicarse una operación considerada de bajo riesgo, como es la ligadura de trompas de Falopio y el lunes 25, la vio por última vez en una cama de terapia intensiva, poco antes de que falleciera.

Devastado y lleno de interrogantes que nadie sabe responderle, realizó ante el Juzgado de 1era Instrucción a cargo del magistrado Daniel César Hernández, una denuncia penal contra el profesional que la atendió, el ginecólogo Edgard Miranda Flores y el sanatorio CEMEP, por considerar que su mujer, madre de tres niñas en común, fue víctima de presunta mala praxis.

Con fecha martes 26 de enero, Herrera remitió a los medios de comunicación la siguiente carta:

“El día sábado 23 de enero del corriente año mí señora Lucía Baptista tenía programada una cirugía para realizarse una operación simple, una ligadura de trompas en manos del ginecólogo Edgar Miranda Flores. Por tal razón nos presentamos en la reconocida clínica CEMEP a las 7 de la mañana, caminando con mi señora, totalmente sana, sin ninguna enfermedad ni patología. Al llegar nos tomaron los datos. A las 10:30 horas, con toda la documentación de los análisis previos a cualquier cirugía, nos comunicaron que Lucía debía ingresar directamente al quirófano, que como no teníamos una habitación asignada debía cambiarse en un vestidor. Nos despedimos con un beso, confiando que sería una operación simple y rápida, tal cual nos había dicho el Dr. Miranda. Luego de un rato, el citado ginecólogo me preguntó si mi señora había tenido algún tipo de infección y me dijo que cuando estaba operándola se encontró con algo “pegado” y que al intentar retirarlo había tocado una venita o arteria producto de lo cual se produjo un sangrado; pero que me quedara tranquilo, que mi señora se quedaría un rato en terapia intensiva solo por precaución y que a la tardecita la pasaban a sala común.

Estaba retirándome tranquilo de la clínica, pero con preocupación y con el deseo de querer estar con ella cuando de pronto sonó en el parlante el llamado a “familiar de Baptista”. Me acerqué y una persona me acompañó hasta la puerta del sector de terapia intensiva. Allí me recibió una doctora de apellido Escobar y me dijo que el cuadro con que entró mi señora, no era nada alentador, a lo cual le respondí que no era lo que me había dicho el Dr. Miranda.

Al salir al pasillo logré charlar nuevamente con el Dr. Miranda, quien me volvió a reiterar que me quedara tranquilo, esta vez agregando que “ellos pertenecen a terapia, yo estuve en el quirófano”. Estaba confundido, había sido una jornada dura, por lo que decidí refugiarme en los tres tesoros que son nuestros motores, porque somos una familia muy pero muy unida. Los cinco éramos todo.

Llegué a casa y me llamaron del CEMEP para que me acercara al sector de terapia intensiva nuevamente. Al llegar al mismo pasillo me recibió la Dra. Escobar acompañada de otro especialista -de quien no recuerdo el nombre- y me dijeron que el estado de mi señora era muy crítico; le volví a responder que el Dr. Miranda me había dicho otra cosa. En ese momento sentí que Miranda estaba jugando con la vida de mi esposa. Después se presentó el Dr. Duarte -jefe de terapia intensiva- y me dijo que lo siguiera. Subimos por una escalera que se encuentra al lado de la puerta donde ingresan las visitas, hasta el segundo o tercer piso diciéndome que buscaría a Miranda para dar el parte médico los dos juntos. Al llegar el Dr. Miranda le dije “vos me estás diciendo y me dijiste que no era nada grave lo de mi señora, prácticamente para no preocuparme”. Todo eso escuchó el Dr. Duarte también. Le dije a Miranda que a partir de ese momento confiaría en los médicos de terapia y en Dios y que cuando saliera bien mi señora, las cosas no iban a quedar así, que pediría informes, a lo que Duarte me respondió: “No hay ningún problema, que él describió el cuadro con el cual entró mi señora a la terapia y que lo que pasó en el quirófano era totalmente responsabilidad de Miranda.

En esa charla Duarte fue muy sincero y buen médico, al igual que su equipo de terapia, excelentes personas, fueron muy claros todos. Duarte me dijo que debía “estar preparado para todo”; me dijo “prepará a tus hijas, mamá, suegros, no absorbas esto solo, vení con alguien”. Me partió el alma todo lo que me dijo, mientras pensaba que esto no me podía estar pasando. Mi señora entró por una ligadura y estábamos hablando de otra cosa. A partir de entonces, decidí empezar a entrar a escuchar las novedades con mi amigo Rodrigo Vidal, quien estuvo conmigo hasta el final.

Los informes de la gente de terapia y Duarte fueron cada vez más críticos. Empezó a empeorar todo. Ya no funcionaban algunos órganos de mi señora. Yo siempre seguía aferrado a Dios y a mis hijas. No dejaba de pensar en la hermosa familia que habíamos construido y no podía creer que nos estuviera tocando vivir eso. Después hubo cambio de médicos el domingo, poniéndose a disposición el Dr. Rodrigo Sanabria quien nos dijo claramente que todo estaba empeorando, lo que me provocó un profundo desconsuelo y me destrozó por dentro.

Más o menos a las 21:00 horas apareció Miranda quien comenzó a hablar y le pedí que se retirara. Él siguió hablando, nuevamente le dije que no lo quería escuchar, que se fuera; esto fue en el pasillo de visitas mientras mi amigo hablaba con Sanabria. Le dije al Dr. Sanabria que me retiraba porque me sentía mal, porque me desmayaba.

Como a las 00:00 horas volvió Sanabria y me dijo que mi señora se moría, que entrara a despedirme. Entramos con mi amigo, fue un momento tremendo e inexplicable, salimos nuevamente y fue solo cuestión de minutos para que toda esta tragedia se produjera. A las 12:30 horas salió el Dr. Sanabria con la novedad confirmada, que mi querida esposa había muerto.

El día de hoy (por el martes 26) radiqué la denuncia ante la Fiscalía de nuestra ciudad. Quiero que los responsables sean condenados con la máxima pena posible, que sea una sentencia justa y que nunca más puedan firmar ni siquiera una receta. No hay medicina que alivie tanto dolor, solo me queda la esperanza de encontrar paz y seguir adelante, por mis hijas.

Espero que todos me puedan escuchar y tratar de comprender, en este doloroso momento que me está tocando vivir junto a mis hijas”.

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