
Lo que comenzó como un simple gesto de apoyo durante la Guerra de Malvinas terminó convirtiéndose en una amistad de décadas. Pía, una adolescente de 15 años, escribió una carta sin destinatario conocido. Manuel, un joven subteniente en plena guerra, la recibió entre el frío y los bombardeos. Hoy, 43 años después, mantienen un vínculo entrañable que desafía el tiempo y la distancia.
? Era 1982. En medio del conflicto del Atlántico Sur, cientos de estudiantes argentinos escribían mensajes de aliento para los soldados desplegados en Malvinas. En un colegio de San Isidro, Pía se sentó en su cuarto, agarró lápiz y papel, y volcó en una hoja su vida cotidiana, sin saber quién la leería: “Conté que iba al colegio, que vivía con mis padres y que tenía una hermana. Solo quería acompañar a alguien que estaba lejos”.
? La carta viajó junto a chocolates, medias tejidas y tortas caseras. Al otro lado, en Puerto Argentino, Manuel Cansinos —subteniente de 20 años y parte del Regimiento de Infantería 25— la recibió. Sin conocer a quien la escribía, la guardó como uno de sus objetos más valiosos durante el conflicto. Estuvo con él incluso cuando cayó prisionero de los británicos.
Nueve años más tarde, ya de regreso y con su vida encaminada, Manuel decidió responder aquellas cartas que habían sobrevivido al tiempo. Entre ellas, la de Pía. Le escribió desde Córdoba en 1991, le agradeció el gesto y le dejó su número de teléfono por si algún día quería contactarlo. Pero ella no respondió. Guardó la carta sin saber por qué.
Recién en 2016, al revisar viejas cajas, Pía encontró esa hoja doblada. “Sentí que tenía que encontrarlo. No podía dejar la historia así”, contó. Con la ayuda de un primo que había pasado por el Colegio Militar, lo buscó. Y lo encontró. Se animó a escribirle por WhatsApp, con una foto de la carta como única prueba. “Me respondió enseguida. Me dijo: ‘No te puedo creer, qué alegría’”.
Así empezó una amistad a la distancia. Se mandaban mensajes en cada fecha especial. Se contaban sobre sus familias, trabajos e historias de vida. Hasta que en 2023, Pía viajó a Córdoba. Se conocieron por fin en persona, con un abrazo que, como ellos dicen, “fue como el de dos viejos amigos que se reconocen”. Poco después, Manuel y su esposa visitaron Buenos Aires y compartieron un asado con Pía y su familia.
Manuel conserva muy pocas fotos de la guerra. Una de ellas —tomada con su cámara personal— apareció décadas después publicada por un museo británico. Hoy es su imagen de perfil.
“Fue un gesto mínimo, una carta. Y sin embargo, fue suficiente para marcar la vida de alguien”, reflexiona Pía. “A veces, con muy poco, se puede hacer mucho. Acompañar. Dejar huella. O, como en nuestro caso, construir una amistad para toda la vida”.
Compartinos tu opinión