
—Ojalá que hoy podamos festejar el aniversario de la Patria como corresponde—arengó Cruz, el indicativo que eligió para honrar a la cruz de Cristo y a la Cruz del Sur, al asomar en el comedor de la base.
El capitán Pablo Carballo estaba listo para combatir. Se había colocado el traje antiexposición y el equipo de supervivencia que además del salvavidas y del bote inflable, incluía una navaja para poder cortar las cuerdas de su paracaídas en casos de eyección.
El jefe de escuadrilla les insuflaba ánimo a los pilotos de A4-B Skyhawk del legendario Grupo 5 de Caza. Sabía que ése día debían entrar en acción. Aunque las órdenes fragmentarias demoraban en llegar. Con sus compañeros se dirigió al \"submarino\", el estrecho sector de la base que escondía la sala donde se estudiaban las rutas de vuelo sobre la profusa cartografía malvinense. Un laberinto de bahías, ensenadas y pequeñas islas de costas recortadas que a los pilotos de tanto escudriñarlas se les aparecían en sueños como hologramas.
El capitán Pablo Carballo, el alférez Jorge Barrionuevo, el teniente Carlos Rinke y el 1er teniente Mariano Velasco del Grupo 5 de Caza en la base de Río Gallegos de la Fuerza Aérea durante la guerra de Malvinas.
La tensa espera a que el teléfono sonara y arribara luego la orden secreta saturaba el ambiente de ansiedad y miedo disimulado. Las misiones casi suicidas, especialmente aquel día patrio, suponían una lotería entre vida o muerte. A Carballo lo atribulaba el pánico de perder a alguno de sus hombres. El más joven de los pilotos tenía sólo 23 años y el inicio de la jornada había sido devastador.
Por la mañana, un verdugo de última generación, el destructor HMS Coventry, trillizo del Sheffield y del Glasgow y emblema del poderío naval británico, había abatido con sus deletéreos misiles Sea Dart de largo alcance (65 km) a los pilotos Hugo del Valle Palaver y Jorge García. En su haber, también había postrado a un helicóptero y averiado con sus cañones Oerlikon y MK8 a una lancha patrullera.
Palaver había sido derribado a gran altitud con la asepsia de esa precisión computarizada de los Sea Dart mientras regresaba de una misión en San Carlos. Alcanzado por otro misil, García se había eyectado pero no había rastros de él en el océano. (Sólo un año después, su cuerpo sería encontrado en una playa de la isla Golding, al sur de la isla Bordón. Hoy descansa en la parcela A-fila 4/02 del cementerio de Darwin).
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