La presencia creciente de perros asilvestrados en el ecotono de Tierra del Fuego se ha convertido en uno de los principales problemas para los productores de la zona, donde las jaurías ya no solo atacan ovejas sino también novillos. Así lo advierte un trabajo de campo llevado adelante por especialistas del CADIC/Conicet, que desde hace años relevan el impacto de estos animales sobre la ganadería local.
Según el análisis, las dificultades no son nuevas, pero sí se profundizaron. Los ataques a ovinos comenzaron a registrarse hace más de tres décadas y motivaron reacciones diversas: desde el uso de trampas y rifles hasta la instalación de boyeros eléctricos. Sin embargo, ninguna de esas estrategias logró sostenerse en el tiempo. Las jaurías aprendieron a sortear los cercos o simplemente se arriesgaron a cruzarlos.
Ante el aumento de los ataques, muchos productores decidieron abandonar la cría de ovejas y migrar hacia la ganadería bovina, con la expectativa de que el mayor tamaño de los animales redujera la vulnerabilidad. Esa expectativa duró poco. Hoy los novillos también son víctimas: reciben mordeduras en garrones y muslos, huyen hacia zonas pantanosas o cursos de agua y terminan atrapados, sin poder salir por su peso, expuestos al frío o a nuevos ataques.
El informe científico atribuye el crecimiento de las jaurías a una causa contundente: el abandono de mascotas. Señala que numerosos perros domésticos son dejados en zonas rurales cuando sus dueños se van de vacaciones, se mudan o simplemente dejan de cuidarlos. Otros vagan desde las ciudades hacia áreas naturales y, tras repetidas excursiones, terminan perdiéndose. Con el tiempo, se conforman poblaciones que se reproducen y generan generaciones enteras de perros sin vínculo con los humanos, nacidos y criados en estado salvaje.
Frente a este escenario, los investigadores identificaron una alternativa que se muestra eficaz: el uso de perros protectores de ganado, como los Maremma o los Pastores de los Pirineos. Su presencia inhibe a los asilvestrados, que evitan enfrentarlos. Cámaras trampa instaladas en estancias de la zona muestran que, donde hay protectores patrullando, las jaurías no ingresan.
Un productor local comenzó a criar y liberar perros protectores en su campo, y los registros reforzaron la tendencia: las incursiones de asilvestrados desaparecieron. Pero el método tiene un punto particular: los protectores no reconocen límites de propiedad. Custodian cualquier oveja que encuentren cerca, incluso si pertenece al vecino. Esa situación genera alivio entre los productores, pero también plantea la necesidad de acuerdos formales para sostener su alimentación, atención veterinaria y manejo coordinado.
En 2021, el proyecto obtuvo financiamiento del Ministerio de Innovación, Ciencia y Tecnología para unificar criterios entre los establecimientos participantes. No obstante, en 2023 los fondos se interrumpieron y no hubo respuestas posteriores a los informes técnicos presentados. A pesar de ello, el trabajo continúa con recursos propios y con la participación activa de productores nucleados en la Asociación Rural de Tierra del Fuego.
La nueva etapa apunta a desplegar cámaras trampa a lo largo de 100 kilómetros para monitorear de manera continua el movimiento de las jaurías y diseñar protocolos que permitan capturar, contener o disuadir a los perros asilvestrados sin depender del azar.
La expectativa del sector rural es avanzar hacia un sistema coordinado y sostenido que permita reducir el impacto de estos animales en la producción. Según los registros obtenidos hasta ahora, allí donde los perros protectores trabajan, los asilvestrados dejan de ser una amenaza.
Compartinos tu opinión