
Este 28 de mayo se cumplen 51 años del fallecimiento de Ángela Loij, reconocida como la última mujer de ascendencia selk’nam pura, una figura clave en la memoria cultural de Tierra del Fuego.
Nacida en 1903 en la estancia Sara, ubicada al norte de Río Grande, Ángela fue hija de Antonia y de Loij, un trabajador rural. Su infancia transcurrió entre la vida de campo y el entorno de la Misión Salesiana Nuestra Señora de la Candelaria, donde fue bautizada en 1907 y más adelante se integró a las tareas del lugar junto a las hermanas salesianas.
Durante su vida, residió en distintos espacios de la ciudad de Río Grande, siendo su último domicilio en la calle Forgacs 1132. Allí vivió hasta su muerte, el 28 de mayo de 1974.
Estuvo casada con un hombre conocido como Nelson, con quien tuvo tres hijos. Trágicamente, todos fallecieron a causa de la tuberculosis, una enfermedad que impactó fuertemente a muchas familias fueguinas de la época.
Aunque no sabía leer ni escribir en castellano, Ángela conservó su lengua originaria y fue un eslabón vital en la transmisión oral de la cultura selk’nam. Parte de su historia y saberes fueron recuperados gracias al trabajo de la antropóloga Anne Chapman, quien la entrevistó y documentó su legado.
Hoy su figura trasciende el tiempo y la historia: una escuela, una calle y la sala principal de la Casa de la Cultura de Río Grande llevan su nombre como símbolo de respeto y reconocimiento a su identidad y resistencia.
A más de cinco décadas de su partida, la memoria de Ángela Loij sigue presente como un emblema del pueblo selk’nam y como testimonio de una lucha silenciosa por no dejar desaparecer una cultura ancestral.
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