Más de treinta años de acuerdos internacionales empiezan a dar frutos: la capa de ozono, escudo vital que protege a la Tierra de la radiación ultravioleta, muestra una recuperación sostenida. Así lo confirmó la Secretaría del Ozono del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), destacando que sin estas políticas el planeta habría enfrentado graves impactos sanitarios y ambientales.
Un camino que comenzó en los años 80
El avance no fue casual. En 1985 se firmó el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, que entró en vigor tres años más tarde y estableció la necesidad de vigilar los efectos de la actividad humana sobre la atmósfera.A partir de allí, el paso decisivo llegó en 1987 con la adopción del Protocolo de Montreal, que fijó un calendario para reducir y eliminar las sustancias agotadoras del ozono, como los clorofluorocarbonos (CFC), utilizados entonces en aerosoles, sistemas de refrigeración e incluso en productos médicos.
En 2016 se dio un nuevo avance con la Enmienda de Kigali, que extendió la regulación a los hidrofluorocarbonos (HFC). Aunque no dañaban la capa de ozono, contribuían al calentamiento global y su uso se expandía con rapidez.
Resultados visibles
El PNUMA asegura que hoy el 99% de los compuestos más nocivos ya fueron retirados del mercado. Si bien la recuperación plena se estima recién hacia mediados de este siglo, los datos científicos confirman que el proceso avanza en la dirección correcta.De no haberse implementado estas acciones, millones de personas estarían expuestas a mayores riesgos de cáncer de piel y cataratas, mientras que la agricultura y los ecosistemas habrían sufrido un deterioro profundo por el incremento de la radiación ultravioleta.
Un ejemplo de cooperación global
El secretario general de la ONU, António Guterres, celebró el logro y señaló: “Este resultado demuestra que cuando los países escuchan a la ciencia y trabajan juntos, los avances se vuelven posibles”.La experiencia de la capa de ozono se presenta hoy como una prueba contundente de que la cooperación internacional puede frenar crisis ambientales y garantizar un futuro más seguro para las próximas generaciones.
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