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Simón Radowitzky, el anarquista que mató a Ramón Falcón y hace 101 años se fugaba de la \"cárcel del fin del mundo\"

Corría noviembre de 1909. El joven ruso de origen ucraniano Simón Radowitzky había cumplido el máximo \"sueño\" de un anarquista: liberarse de toda autoridad, jerarquía o control social, para asesinar, nada menos, que al entonces jefe de la Policía de la Capital, Ramón Lorenzo Falcón.

Tras asumir su culpabilidad, el fiscal solicitó la pena de muerte para Radowitzky. Sin embargo, la presentación de una copia de la partida de nacimiento sirvió para probar que el joven anarquista tenía 18 años y que, como menor de edad, no podía ser ejecutado. Por esa razón, los jueces lo condenaron a reclusión perpetua, aunque sumaron un castigo adicional: el confinamiento solitario a pan y agua durante 20 días de cada año en el aniversario del atentado. La condena, en tanto, debía cumplirla en Ushuaia, conocida como \"la cárcel fin del mundo\".

Allí, en el pabellón 5 de una prisión considerada de máxima seguridad, Radowitzky comenzó a cumplir su condena. Hasta que el 7 de noviembre de 1918 logró lo que nadie hasta ese momento: disfrazado de guardicárcel, concretó su fuga.

La cárcel del Fin del Mundo en Ushuaia

 

La Semana Roja y el atentado

Radowitzky tenía 18 años cuando fue el elegido para vengar la muerte de varios obreros que celebraban el 1 de mayo frente al Congreso, y fueron ferozmente reprimidos por orden del coronel Ramón Falcón. El saldo de aquella jornada fue de ocho anarquistas muertos y 40 heridos, además de 16 detenidos. Falcón, además, ordenó la clausura de 16 locales de este movimiento. Aquel episodio pasaría a la historia como la Semana Roja por la cruenta represión.

Meses después, ya en noviembre, Falcón recorría en carruaje al cementerio de la Recoleta cuando el joven Radowitzky arrojó un artefacto explosivo contra el vehículo que transportaba al jefe de la Policía y lo mató. A los pocos minutos lo detuvieron, y a partir de allí comenzó a escribir una historia que se transformó en mito.

Así quedó el carruaje de Ramón L. Falcón

 

La prisión

En la “Siberia Argentina”, los 380 calabozos de la cárcel eran de un metro y medio por dos y Radowitzky era el célebre preso número 155. Pasó allí 2800 días, hasta que con el apoyo de anarquistas de Buenos Aires logró concretar su fuga, cuya segunda etapa consistió en tomar una embarcación que recorrió el Canal de Beagle para llegar a Chile.

Sin embargo, la libertad le duró poco: a cinco días de estar como fugitivo, la policía de aquel país lo recapturó y lo mandó de regresó al penal de Tierra del Fuego. Allí pasó otros doce años de aislamiento. Para los obreros y anarquistas, llegó a ser un héroe y hasta un periódico porteño se encargó de publicar durante un año el devenir del “mártir de Ushuaia”.

Finalmente, el 14 de abril de 1930, el presidente Hipólito Yrigoyen le concedió una amnistía y conmutó su pena por la deportación. Lo enviaron a Uruguay, donde intentó recuperarse de la tuberculosis que contrajo en el sur. Pero no lo logró.

Radowitzki liberado por la amnistía de Yrigoyen

Cuando en 1936 estalló la Guerra Civil española, el incansable Radowitzky se alistó para luchar en el frente, pero los revolucionarios no se permitían perder a un \"ícono del anarquismo\" y pasó la contienda lejos del poder de fuego y sentado en una oficina de Propaganda Exterior.

Cuando el fascismo se adueñó de Europa, fue capturado y enviado al campo de concentración francés de Saint Cyprien.

No obstante, al hombre que escapó de la cárcel del fin del mundo no le costaría huir con nombre falso y llegar como refugiado a México junto a otros anarquistas españoles. De allí en adelante sería conocido como Raúl Gómez Saavedra, nombre con el que trabajó durante años en una fábrica de juguetes en el DF. Pero los años de prisión habían dejado su huella y murió de un infarto en 1956.

 

Un nuevo libro relata su fuga

A 101 años de aquella fuga, el escritor fueguino Carlos Zampatti presentará este sábado \"Siete mil días\", una novela que recrea la fuga y que marcó la historia de un presidio que fue cerrado en 1947

Para Zampatti, lejos de compartir su ideología,\"resulta admirable, la fortaleza física y mental de Radowitzky y lo arraigado de sus convicciones, por encima de sus sufrimientos y de su propia vida\".

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