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Malvinas

Aquellas últimas cartas que partieron desde Ushuaia…

De “El 16 de abril, sobre el mediodía, el buque soltó amarras desde la Base Naval Puerto Belgrano y comenzamos a navegar cubiertos de expectativas y de emoción y también con cierto nerviosismo. Hicimos una navegación costera, muy cercana al área patagónica, con el objetivo de generar una línea de defensa ante eventuales intentos de desembarcos de los ingleses. También realizamos una vigilancia del Teatro de Operaciones Malvinas, ya que estaba la opción de que buques británicos pudieran ingresar por el sur del Cabo de Hornos. Y en tal caso había que interceptarlos.

Empezamos a cubrir puestos de zafarrancho de combates, de abandono, de incendio, supervisados por el segundo comandante, quien era muy exigente. El objetivo era adiestrarnos en el día y en la noche. De día podíamos actuar rápidamente, pero de noche era más complejo. Los horarios de descanso prácticamente desaparecieron, era entrenar siempre y cubrir guardias. En esas condiciones íbamos navegando por las mismas aguas que habíamos atravesado en enero, pero en este caso con un objetivo totalmente distinto”.

“En plena navegación donde uno iba tenía que estar con el salvavidas en la mano. A comer, a la guardia, a todos lados. Sino, nos sancionaban. Dormíamos con el salvavidas al lado. El adiestramiento era tan fuerte que identificábamos los distintos sonidos rápidamente. Por cada sonido uno tenía que ir a un puesto diferente. No era lo mismo un puesto de combate a un zafarrancho de incendio o de abandono. Y en cada uno había alguien que nos daba una instrucción, una clase. Así estuvimos preparados para lo que vendría. Aquel adiestramiento salvaría muchas vidas”.

“Se vivieron momentos de excitación, como el 19 de abril, cuando se probó artillería verdadera sobre la costa sur de la Isla de los Estados. Muy impactante como retumbaba, algo impresionante. Un día después vivimos un día de nerviosismo cuando un buque mercante no nos contestaba en el radar y se cubrieron puestos de combate. Luego se detectaría que no era una nave enemiga”.

“Seguimos navegando, entrando por el Canal de Beagle, hasta que el 22 de abril amarramos en el puerto de Ushuaia. Allí se produjo un tema importante, la entrega de correspondencia. No pudimos desembarcar. Sólo lo hizo el estafetero, que era el que llevaba la correspondencia. Y lo importante del asunto, es que en muchas situaciones, cartas de muchos tripulantes del Belgrano llegaron a sus seres queridos, pero lamentablemente ya estando sin vida por el hundimiento. Un tema muy fuerte”.

Por Walter Gullaci - La Opinión Austral

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