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Malvinas

María Liliana Colino “La derrota es una herida y las heridas tardan en sanar”

María Liliana Colino, enfermera durante la Guerra de Malvinas, desgranó parte de sus recuerdos y vivencias a Provincia 23, sobre su participación en el conflicto bélico de 1982 atendiendo pacientes y rompiendo el bloqueo inglés con los aviones Hércules de la Fuerza Aérea Argentina.

Su aspiración era ser guardaparques, pero no la admitieron por ser mujer, en 1980 las mujeres no tenían muchas opciones.

Hasta que un día vio un cartel que rezaba: “Fuerza Aérea incorpora personal militar femenino que sea profesional de Enfermería”. María Liliana, que para ese marzo de 1980 ya era enfermera y cursaba sus estudios para ser también veterinaria, pensó: “Si Parques Nacionales no me acepta, vamos a ver qué pasa en la Fuerza Aérea”.

La Fuerza Aérea, que ese año incorporaba por primera vez mujeres a su personal militar y que fue la primera fuerza en tomar esa decisión en la Argentina, la aceptó.

Ella realizó el curso militar en Ezeiza de donde egresó como cabo principal de esa fuerza y, después de esos meses, trabajó en el área de terapia intensiva del Hospital Aeronáutico Central, en Pompeya, especializada en personas quemadas o que habían atravesado un trasplante renal.

“Durante el conflicto bélico del Atlántico Sur, fui desplegada con el grado de Cabo Principal Enfermera, al Hospital Reubicable de Comodoro Rivadavia, durante todo el mes de mayo de 1982”, introdujo la veterana de guerra.

Agregó que “además de asistir a los pacientes que eran evacuados desde Puerto Argentino, dentro del Hospital Reubicable realicé evacuaciones aeromédicas de terapia intensiva dentro del avión Merlin dentro de las costas patagónicas y evacuación aeromédica desde Puerto Argentino a Comodoro Rivadavia en Hércules C-130”.

Recordó que “las evacuaciones se hacían siempre de noche, a la madrugada con silencio de radio, a ras del mar, teniendo en cuenta que estábamos en zona de exclusión -marítima y aérea- con dominio del enemigo. Siempre se hacía a oscuras, cuando llegábamos a Puerto Argentino el Hércules debía carretear permanentemente porque por ser un avión de gran porte, si aterriza necesita carretear un buen trecho para poder despegar y como estábamos ya en zona de conflicto con bombardeos, debíamos poder despegar ni bien la torre de control informaba que había alerta roja por bombardeo”.

En ese sentido contó que “cuando llegábamos a Puerto Argentino se descargaban los containers, nosotros viajábamos acostados arriba de estos contenedores porque éstos ocupaban toda la bodega del avión y dentro de ellos se llevaba todo lo solicitado por Puerto Argentino, desde medicamento, sangre, alimentos y también ropa y armas”.

“Cuando se descargaban los containers nosotros teníamos que subir corriendo al avión mientras se empezaban a acercar las ambulancias -marcha atrás con las puertas abiertas- y en movimiento, tanto las ambulancias como el Hércules, cargábamos los pacientes y los trasladábamos a la bodega del avión”, continuó.

En este punto detalló que “los vuelos de retorno (al continente) se hacía también a oscuras, aunque llevábamos una pequeña linterna en la boca para iluminar. Justamente en Puerto Argentino se clasificaba a los pacientes de acuerdo al arma a la que pertenecían, al estado de gravedad de las heridas o necesidad de evacuación. Mientras tanto, nosotros realizábamos la contención emocional de los pacientes y les dábamos un refrigerio y en mi caso estuve allí hasta fines de mayo en que tuve que volver a Buenos Aires, y luego de allí fui destinada a la Escuela de Aviación Militar en Córdoba para hacer el curso de Promoción Oficial, por lo tanto, el 14 de junio, cuando fue la rendición, me enteré en Córdoba, durante la formación de la mañana cuando la oficial de turno nos dio la mala noticia que para nosotros fue un shock muy fuerte porque en mayo todavía teníamos esperanza porque se habían hundido buques, se habían derribado aviones y realmente no sabíamos cómo habían transcurrido los últimos días de la guerra porque en la Escuela de Aviación Militan en esos momentos no había emails, ni Internet, no teníamos teléfono directo ni radio ya que nos dedicábamos a hacer instrucción militar por la mañana, clases a la tarde y estudiar para los exámenes del día siguiente e Imaginaria (guardia militar) a la noche”.

En este sentido Colino confió que “fue una vorágine que no nos dio mucho tiempo para pensar. Cuando volví a fin de año a Buenos Aires, fui destinada nuevamente a mi cargo anterior como Enfermera Jefe de Transplante Renal, Terapia Intensiva, Intermedia y Quemados, y nadie se acordaba de Malvinas, nadie preguntó y nosotros tampoco nos acordábamos prácticamente”.

Finalmente dijo que “la realidad es que Malvinas quedó en el olvido durante mucho tiempo y lo atribuyo a la derrota y la derrota es una herida y las heridas tardan en sanar”.

En 1983 la condecoró la Fuerza Aérea, en 1990 fue distinguida en el Congreso y en 1993 le otorgaron la pensión por haber participado de la Guerra de Malvinas. Colino ya tenía la baja como integrante de la Fuerza Aérea.

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