
La crisis económica que atraviesa el país impacta de lleno en las Fuerzas Armadas, donde más de 2.200 efectivos solicitaron la baja durante 2025. La situación golpea con mayor fuerza a la Armada Argentina, que atraviesa una sangría inédita de oficiales y suboficiales que deciden abandonar la carrera militar para insertarse en el sector privado.
Según cifras oficiales, hasta julio habían presentado su renuncia 234 marinos, un hecho sin antecedentes recientes y que podría duplicarse hacia fin de año. A ellos se suman 257 oficiales del Ejército y 193 de la Fuerza Aérea, conformando un total de 2.200 bajas en las tres fuerzas.
Los salarios aparecen como el factor central de este fenómeno. Con sueldos que en algunos casos no llegan a los $600.000 —como ocurre con un marinero de segunda—, muchos militares aseguran que es posible ganar ese monto en una semana manejando un vehículo de transporte privado. La escala salarial vigente, publicada en la resolución 63/25 en el Boletín Oficial, evidencia que incluso cargos de alta responsabilidad se encuentran lejos de niveles competitivos en el sector civil: un Capitán de Navío percibe $1.933.279 y un Teniente de Navío $1.096.752.
El propio ministro de Defensa, Luis Petri, debió convocar a una reunión del almirantazgo para analizar la magnitud del problema en la Armada. La situación se suma a otras tensiones internas como la crisis de la obra social militar (IOSFA), el deterioro del hospital Naval y la incertidumbre sobre el futuro de más de 500 trabajadores contratados, según denunció ATE.
La falta de incentivos y de horizontes de crecimiento profesional afecta principalmente a los cuadros medios, que suelen emigrar hacia sectores donde encuentran mejores perspectivas económicas. En algunas provincias, como Córdoba, varios oficiales decidieron pasar a integrar fuerzas de seguridad provinciales, especialmente en áreas como la lucha contra el narcotráfico.
Analistas advierten que las consecuencias de este éxodo no se limitan a un problema salarial coyuntural, sino que implican la pérdida de recursos humanos formados en unidades de élite y en áreas críticas de investigación y defensa. Para revertir la tendencia, coinciden en que será necesario inyectar mayores recursos, recomponer sueldos y disponer del tiempo indispensable para formar nuevas camadas de militares profesionales, en un contexto internacional cada vez más complejo.
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