El referente pesquero de Puerto Almanza, Carlos Cárcamo, dialogó con Fm Ushuaia y expresó su preocupación por la situación que atraviesan los pescadores artesanales en la zona, en medio de un escenario de mayor control oficial sobre la actividad, el avance de empresas privadas y las dificultades para sostener la tradición de la pesca en Tierra del Fuego.
Cárcamo destacó que en los últimos años se han implementado controles más estrictos sobre la pesca de centolla, con monitoreo satelital de las embarcaciones, inspecciones en los muelles y certificación de los productos. Este mecanismo, explicó, ha permitido reducir la comercialización de centolla ilegal, especialmente aquella que suele aparecer en Chile a precios mucho más bajos.
“Hay un control efectivo de los desembarcos, de las zonas de pesca y de lo que se captura. Eso ayuda a que no circule más centolla ilegal, aunque muchas veces el público desconoce que los precios más bajos que se ven en Chile corresponden justamente a producto que no está dentro del circuito legal”, advirtió.
El pescador explicó además que la captura de centolla no es tan simple como muchos creen: una embarcación puede levantar una trampa sin obtener ejemplares o encontrar algunos que no cumplen con las medidas mínimas. En promedio, las lanchas están ingresando entre 80 y 100 centollas por salida, siempre en condiciones climáticas favorables.
En cuanto a otras especies, Cárcamo detalló que el róbalo, el pejerrey y los salmones tienen temporadas específicas, mientras que para extraer moluscos como cholgas o mejillones es obligatorio contar con embarcaciones habilitadas y cumplir con un proceso de certificación sanitaria. “Eso garantiza que el producto que llega a restaurantes y comercios sea seguro, lo cual es clave en una ciudad turística como Ushuaia”, señaló.
Sin embargo, uno de los mayores problemas que enfrentan los pescadores artesanales de Almanza está vinculado a la expansión de áreas de cultivo de mejillones por parte de empresas privadas, como Newsan. Según Cárcamo, estas compañías han ido ocupando espacios donde tradicionalmente los pescadores calaban sus trampas de centolla, reduciendo cada vez más el margen de trabajo de la pesca artesanal.
“Pasamos de usar un muelle a no poder hacerlo porque está ocupado por una empresa. Lo mismo con las zonas de pesca. Llevamos más de treinta años peleando por la tierra de Almanza y, sin embargo, en menos de un año una empresa ya tiene un lote y permisos para trabajar. Nos van corriendo y cada vez es más difícil sostener la actividad”, remarcó.
Actualmente, en el canal Beagle operan unas 16 o 17 embarcaciones artesanales, con permisos que autorizan un máximo de cien trampas cada una. Cárcamo contrastó esa situación con la pesca del lado chileno, donde alrededor de cien embarcaciones trabajan con hasta mil trampas cada una.
A pesar de los avances en materia de control y certificación, Cárcamo alertó que los pescadores de Almanza se sienten desplazados frente a los intereses empresariales y la falta de acompañamiento gubernamental. “Almanza siempre fue un pueblo de pescadores. Hoy se lo mira con fines turísticos y productivos, pero nosotros quedamos relegados. Si esto sigue así, vamos a ir desapareciendo”, concluyó.
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