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Encontraron ADN de un millón de años en la Antártida

Cuando un organismo muere, sus cromosomas se rompen en pedazos que se acortan con el tiempo, perdiéndose así su información. Sin embargo, la permanente capa de hielo que hay en la Antártida ha ralentizado o, incluso, detenido este proceso de destrucción molecular.

Pero si bien llegar hasta este ADN perfectamente conservado durante cientos de miles de años no es tarea fácil, los ecosistemas polares son muy vulnerables al cambio climático en curso, y las capas de hielo se están derritiendo rápidamente, lo que ha facilitado que se pueda acceder a él. Tal y como lo ha hecho un equipo de investigadores que, tras analizar unos restos hallados bajo el suelo del mar de Scotia, al norte de la Antártida, han concluido que tienen más de un millón de años.

El ADN fue recuperado por la expedición IODP 382 Iceberg Alley and Sub-Antarctic Ice and Ocean Dynamics en muestras de sedimentos recolectadas hasta 178 metros bajo el lecho marino. De este modo, el extraordinario nivel de conservación de un ADN tan antiguo no solo se debe a las bajas temperaturas, sino también al bajo nivel de oxígeno y la falta de radiación ultravioleta propios de los entornos marinos polares.

Tras realizar exhaustivos controles de calidad para garantizar que la datación fuera correcta y evitar así la contaminación de otros organismos, fue estudiado por investigadores de la Universidad de Tasmania con la participación de la Universidad de Bonn. Entre los organismos detectados en el sedimento también había diatomeas, un tipo de fitoplancton que es la base de muchas redes alimentarias marinas y que en este caso se remontaban a unos 540.000 años, lo que evidencia que eran constantemente abundantes durante los períodos climáticos cálidos.

Reconstruyendo el pasado climático

Las muestras recuperadas, llamadas técnicamente sedaDNA (por ADN sedimentario antiguo), probablemente resulten útiles para comprender cómo el cambio climático podría afectar a la Antártida en el futuro. Y es que SedaDNA es una herramienta emergente en el campo de la paleoecología y ha demostrado ser un enfoque complementario al uso de polen y macrorrestos para investigar el pasado, pues tiene un enorme potencial para ir más allá de los indicadores ambientales estándar y permitir la reconstrucción de ecosistemas completos.

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