Este 14 de abril se cumplen 15 años desde que Ezequiel Huirimilla, un joven de 18 años, fue visto por última vez en Río Grande. Desde entonces, su familia enfrenta una lucha constante contra la impunidad, la falta de respuestas y la desidia de un sistema judicial que no logró esclarecer lo ocurrido.

Ezequiel desapareció en 2010, tras pasar la tarde con su hermano y amigos cerca del río Grande. Según relataron sus seres queridos, en determinado momento recibió un mensaje y corrió hacia el río. Desde ese instante, nunca más se supo de él.

Los primeros días estuvieron marcados por una intensa búsqueda, pero con el paso del tiempo, la investigación se diluyó entre suposiciones sin fundamentos, acciones erráticas de la justicia y una serie de hechos que su familia siempre consideró encubridores. El hallazgo de su celular cerca del río no aportó datos concluyentes, y la hipótesis que sugería un accidente producto de su supuesto estado de intoxicación fue tajantemente rechazada por los suyos.

La causa, encabezada por el juez Héctor Ochoa, incluyó un simulacro insólito en el que se arrojó un muñeco al agua para simular un suicidio. La recreación no aportó ninguna prueba válida y, con el tiempo, el expediente fue archivado sin esclarecer el destino de Ezequiel.

“Cuando alguien muere, sabés dónde está, pero con Ezequiel no sabemos nada. Es muy difícil vivir con esta incertidumbre”, expresó su hermano Fabián, reflejando el dolor con el que convive la familia desde hace tres lustros.

Durante estos años, los Huirimilla no solo debieron soportar la angustia por la desaparición, sino también amenazas e intimidaciones. Denunciaron ser víctimas de presiones policiales, en el marco de tensiones preexistentes entre algunos miembros de la familia y las fuerzas de seguridad. Además, la detención que sufrió Ezequiel un día antes de desaparecer alimentó aún más las sospechas de posibles vínculos policiales con el hecho.

Como si el dolor no alcanzara, años más tarde la familia debió enfrentar otra tragedia: el femicidio de Nicole Ojeda, sobrina de Ezequiel. Este nuevo golpe no hizo más que profundizar la necesidad de respuestas, en una provincia donde, según denuncian, la justicia parece mirar para otro lado.

A 15 años, la causa permanece dormida en un archivo judicial. Sin responsables, sin verdad, y con una familia que no baja los brazos. La historia de Ezequiel se ha transformado en un símbolo de la lucha contra la impunidad en Tierra del Fuego. Su nombre resuena cada vez que la justicia no responde. Y su familia sigue de pie, convencida de que esa noche ocurrió algo más que todavía permanece oculto