
En las últimas semanas, se han multiplicado las publicaciones en redes sociales y grupos comunitarios de Río Grande, donde personas que llegaron a la ciudad en busca de nuevas oportunidades relatan con angustia las duras condiciones que enfrentan actualmente. Muchos de estos mensajes reflejan no solo la dificultad para acceder a un empleo formal, sino también sentimientos de frustración, abandono y tristeza profunda.
Algunos testimonios revelan historias de personas que, tras varios años de residencia en la isla, siguen sin encontrar estabilidad laboral ni acceso a una vivienda digna. Relatan haber pasado por empleos informales, mal remunerados y con condiciones laborales precarias. En otros casos, cuentan que han tenido que recurrir a tareas como limpieza, cuidado de viviendas o trabajos esporádicos para poder subsistir, sin lograr alcanzar una vida autónoma.
La situación se vuelve aún más compleja cuando estas personas no cuentan con redes de apoyo familiar o afectivo. En algunos mensajes, se expresa abiertamente la desesperanza y pensamientos vinculados al abandono de la lucha diaria, ante la falta de respuestas o la exclusión social. La imposibilidad de “volver” a sus lugares de origen, por situaciones igualmente adversas, profundiza el sentimiento de encierro y desamparo.
Frente a este fenómeno, distintas organizaciones sociales, referentes comunitarios y vecinos han comenzado a alertar sobre la necesidad de reforzar políticas de contención, asistencia y acompañamiento psicológico, además de generar espacios de escucha activa y acceso al trabajo genuino.
El fenómeno, lejos de ser aislado, evidencia una realidad que atraviesa a muchas personas que migran hacia Tierra del Fuego con la esperanza de un futuro mejor, y que hoy piden ser escuchadas.
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