La madrugada del 27 de abril marcó para siempre la vida de Héctor López. Esa noche, su hijo Juan Pablo, de 17 años, salió con un amigo con la intención de “ir a tomar un helado al centro”, pero nunca regresó. El conductor de la camioneta Amarok, Ciro Hastosqui, de 19 años, perdió el control del vehículo en un tramo de la Ruta 3. El impacto fue fatal para el adolescente.
Desde entonces, la causa avanza con extrema lentitud. Ya pasaron siete meses y, según el padre, no hay novedades judiciales. “Se hizo en la Fiscalía el pedido de elevación a juicio y todavía no tenemos ni noticia”, lamentó el padre a Fm Masters
El relato del padre: “Mi hijo pierde la vida en forma instantánea”
Héctor López reconstruye con dolor lo ocurrido esa noche: “Mi hijo lo vino a buscar un amigo. En vez de ir para el centro, este chico agarró para el lado del Parque Nacional y cuando venía perdió el control de la camioneta, según él por ir jugando con el teléfono. Se subió a un guardarrail, caminó unos 40 metros, rebotó contra un cartel y cayó al vacío. En el primer impacto contra el morro mi hijo pierde la vida en forma instantánea”.
El conductor sobrevivió. La familia, en cambio, quedó atrapada en la espera judicial: “Es mucho tiempo, es mucha la agonía que tenemos. Es volver a recomenzar y rearmar cada día de nuestras vidas”, expresó.
Un proceso frenado y un dolor que se prolonga
La investigación se encuentra detenida porque la defensa del joven que manejaba presentó un recurso de apelación. Hasta que no se resuelva, la causa no avanzará. Esa demora afecta incluso el destino final del cuerpo del adolescente: “No puedo cremarlo ni llevarlo al cementerio. Según la Justicia, tiene que terminar la causa penal. Y yo entiendo, pero es demasiado tiempo”, insistió López.
Acusaciones y frustración
El padre asegura que múltiples testimonios describen a Hastosqui como un conductor peligroso: “No puede ser una persona descerebrada como es Ciro Hastosqui andar en la calle”, dijo, afirmando que él mismo había advertido al joven por manejar a gran velocidad.
También afirmó que “tenía la mala costumbre de insultar y escupir a los inspectores de tránsito” y que existían registros previos de conductas temerarias.
Con impotencia, resume su indignación: “Me dicen que no le sacan el carnet hasta que la causa no esté probada. ¿Qué probada quieren si hay un muerto?”
El pedido de justicia
Sin buscar revancha, pero sí consecuencias, Héctor López es claro: “Yo no quiero venganza. Quiero que se haga justicia. Este pibe no puede andar en la calle. ¿Sabés cuánto tiempo va a ir preso por la vida de mi hijo? Ocho meses, si va preso… pero que vaya para que aprenda”.
Y concluye con una certeza dolorosa: “La vida de mi hijo no me la van a devolver. Pero hagamos algo para que no vuelva a ocurrir, para que no haya más víctimas de esta manera”.
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