El retiro del barco antártico “Nathaniel B. Palmer” de Estados Unidos marca el final de tres décadas de presencia científica norteamericana en el puerto de Punta Arenas, Chile. La decisión, motivada por los recortes presupuestarios dispuestos por el presidente Donald Trump a la Fundación Nacional de Ciencias (NSF), representa un fuerte impacto económico para la ciudad austral, que dejará de percibir unos 6 millones de dólares anuales vinculados al alquiler de muelles, combustible, alojamiento y otros servicios logísticos.

El “Nathaniel B. Palmer” retorna a Estados Unidos tras 30 años de operaciones en la región, pese a los pedidos de 170 investigadores polares para que la medida fuera reconsiderada. La salida del buque se suma a la del rompehielos “Laurence M. Gould”, concretada meses atrás, lo que pone fin a la presencia de la NSF en Magallanes desde 1995.

Durante ese período, ambos barcos sostenían una red de logística antártica que beneficiaba a múltiples rubros locales, desde la hotelería hasta el transporte aéreo. El alcalde Claudio Radonich recordó que la actividad generaba millones en ingresos para la economía regional, según datos compartidos por la exembajadora estadounidense Bernadette Meehan.

Por su parte, Ricardo Cárcamo, presidente regional de la Asociación Nacional de Agentes de Naves de Chile (Asonave), lamentó el retiro al considerar que “durante 30 años, Estados Unidos tuvo como puerto base a Punta Arenas, lo que la consolidó como la puerta natural a la Antártica. En el fondo, es una muy mala noticia y no hay un reemplazo claro”.

Sin embargo, el desplazamiento de la logística norteamericana podría abrir una oportunidad para Ushuaia, cuya infraestructura portuaria y cercanía geográfica con la Antártida la posicionan como la principal alternativa natural para recibir las operaciones científicas y logísticas de los programas antárticos internacionales.

Con instalaciones preparadas para buques polares, capacidad de abastecimiento y servicios especializados, la capital fueguina podría fortalecer su rol estratégico como puerta de entrada al continente blanco, un papel que históricamente comparte con Punta Arenas y que ahora podría ampliarse en el nuevo escenario geopolítico y logístico de la región austral.