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Qué tener en cuenta al diseñar un espacio exterior desde cero

Diseñar un espacio exterior desde cero es mucho más que decidir dónde poner una mesa o plantar algunas flores: es imaginar un lugar que invite a quedarse, a respirar hondo y a disfrutar del aire libre. Ya sea un patio pequeño, una terraza urbana o un jardín amplio, cada rincón tiene el potencial de transformarse en un refugio personal.

Los espacios exteriores bien pensados aportan valor estético, funcionalidad y bienestar emocional, y se adaptan a las estaciones, a las rutinas y a los encuentros. Desde una hilera de palmeras que aporta verticalidad y frescura hasta un rincón íntimo para leer bajo la sombra, todo empieza con una buena planificación.

En este artículo, te contamos qué factores tener en cuenta a la hora de diseñar un espacio al aire libre desde cero: cómo analizar el entorno, dividir zonas, elegir materiales, jugar con la vegetación y cuidar cada detalle para lograr un ambiente armonioso, duradero y hecho a tu medida.

Analizar el entorno y definir objetivos

Antes de comprar muebles o elegir plantas, es fundamental observar el espacio tal como es. ¿Cómo incide el sol a lo largo del día? ¿Hay zonas con viento, desniveles o sombra permanente? ¿El suelo es arenoso, arcilloso o compactado? Estos detalles determinan qué tipo de diseño será funcional y sostenible a largo plazo. También es clave conocer el clima de la zona, ya que no es lo mismo planificar un jardín en la Patagonia que en el norte cálido del país.

Una vez analizado el entorno, llega el momento de imaginar para qué se quiere ese espacio. ¿Un lugar para leer y tomar mate? ¿Un quincho para recibir amigos? ¿Una zona verde con césped para que jueguen los chicos? Las respuestas orientarán las decisiones de diseño y priorización.

Por ejemplo, si la idea es crear una atmósfera tropical, el clima y el espacio determinarán si es viable incluir especies como palmeras sin que sufran en invierno. Tener claras las condiciones y los deseos desde el principio evita errores costosos y asegura un diseño coherente.

Zonas funcionales: dividir para organizar

Una de las claves para que un espacio exterior resulte armónico y útil es dividirlo en zonas funcionales. Aunque el área sea reducida, establecer sectores bien definidos ayuda a organizar el uso y a potenciar la estética. Un jardín o patio puede incluir, por ejemplo, una zona de estar, un comedor exterior, un rincón verde y un área de circulación.

La delimitación no siempre requiere paredes o grandes estructuras. Se puede lograr mediante diferentes pisos (césped, deck, baldosas), cambios de nivel, jardineras o incluso mediante el uso estratégico de plantas. Un cantero elevado o una hilera de macetas con palo de agua, por ejemplo, puede actuar como separador visual entre el área de relax y la de juegos.

La zonificación también permite pensar en cómo se vive el espacio a distintas horas del día o estaciones. Una buena planificación contempla tanto la funcionalidad como la circulación, creando un lugar fluido y cómodo que invite a quedarse.

Selección de materiales y mobiliario

Elegir bien los materiales y el mobiliario es esencial para garantizar que el espacio exterior no solo se vea bien, sino que también resista el paso del tiempo y las condiciones climáticas. La clave está en encontrar un equilibrio entre durabilidad, mantenimiento y estilo.

Para suelos, los decks de madera tratada, las baldosas antideslizantes o los adoquines de piedra son opciones populares. En climas húmedos o soleados, conviene evitar materiales que se deterioren con rapidez o requieran tratamientos constantes. En cuanto al mobiliario, los juegos de exterior en hierro, aluminio o madera dura son ideales, siempre que se combinen con textiles resistentes al sol y a la lluvia.

También se pueden sumar elementos naturales como pérgolas de caña, bancos de hormigón o maceteros de barro cocido. Si se busca una estética más tropical o acogedora, incorporar plantas de gran porte en contenedores grandes —como un palo de agua bien ubicado junto al sillón— puede realzar el entorno sin necesidad de estructuras fijas.

Pensar en el confort, pero también en la practicidad, hará que el espacio se use más y se disfrute mejor.

Vegetación: diseño con plantas

Las plantas son el alma de cualquier espacio exterior. Aportan color, textura, frescura y movimiento. Elegirlas correctamente es tan importante como ubicarlas bien. El punto de partida debe ser el clima de la zona y la orientación del terreno: algunas especies requieren pleno sol, otras crecen mejor en sombra parcial.

Un buen diseño incluye variedad de alturas, formas y momentos de floración. Combinar arbustos bajos con plantas tapizantes, trepadoras y ejemplares verticales genera profundidad y dinamismo. Por ejemplo, podés rodear una zona de estar con gramíneas ornamentales, colocar un árbol de hoja caduca para dar sombra en verano y permitir el sol en invierno, y sumar canteros con flores nativas de bajo mantenimiento.

Las especies autóctonas, además de ser más resistentes, requieren menos agua y cuidados. También atraen mariposas, aves y polinizadores, lo que suma vida y movimiento al jardín. En espacios reducidos, el uso de macetas de gran tamaño o estructuras verticales como muros verdes permite sumar vegetación sin sacrificar funcionalidad.

No hace falta saber jardinería para empezar: elegir unas pocas plantas nobles, resistentes y bien ubicadas puede transformar el ambiente con poco esfuerzo.

Detalles que suman personalidad

Los detalles decorativos marcan la diferencia entre un espacio genérico y uno con carácter. Son los que cuentan historias, reflejan gustos personales y vuelven un rincón inolvidable.

Textiles como mantas, almohadones y alfombras de exterior aportan color y confort. Las macetas son aliadas versátiles: se pueden combinar materiales, colores y alturas para generar ritmo visual. También podés incorporar elementos con valor afectivo o de inspiración artística: una escultura, un banco restaurado, una fuente pequeña o incluso una bicicleta antigua reconvertida en jardinera.

Los elementos móviles también permiten adaptarse al clima o a los usos cambiantes. Una hamaca paraguaya, un fogonero para las noches frescas, o una sombrilla liviana para mover según el sol hacen que el espacio sea más disfrutable todo el año.

La clave está en que esos objetos no solo decoren, sino que tengan sentido en el conjunto: que inviten a quedarse, a mirar, a usar el espacio con placer.

En conclusión: Hay que animarse a empezar

Diseñar un espacio exterior desde cero es un proceso tan creativo como personal. No se trata de copiar catálogos ni de lograr una postal perfecta, sino de imaginar un lugar que responda a tus ritmos, tus gustos y tus sueños.

Puede ser un patio con bancos y macetas donde tomar mates al sol, una terraza con plantas exuberantes que se muevan con el viento, o un jardín sencillo con césped y sombra para que los chicos jueguen. Lo importante es que cada decisión —desde el lugar de una silla hasta la elección de una planta— tenga sentido para vos y para quienes compartirán ese espacio.

No hace falta tener experiencia previa ni un gran presupuesto: observar, planificar y empezar con pequeños pasos ya es mucho. Con el tiempo, el espacio irá tomando forma, creciendo con vos, y se volverá un lugar de encuentro, de calma o de inspiración.

Porque al final, un espacio exterior bien diseñado no solo embellece el hogar: también mejora la calidad de vida.

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