
El endeudamiento se ha convertido en una constante en la vida de las familias argentinas. Según el más reciente relevamiento del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE), en mayo de 2025, el 91% de los hogares arrastra algún tipo de deuda. El escenario es complejo y se agravó durante el último año, a partir de la fuerte devaluación, la inflación persistente y la pérdida sostenida del poder de compra.
Durante 2024, tras el ajuste económico implementado por el gobierno de Javier Milei, la toma de deudas por parte de las familias creció un 73%. Los aumentos de precios no dieron tregua, con una inflación acumulada de casi 65% solo en el primer cuatrimestre del año pasado, lo que provocó que los salarios reales sufrieran una caída de más del 10%. Así, cada vez más hogares se vieron obligados a recurrir al crédito para cubrir necesidades básicas.
En el transcurso de 2025, un 15% de las familias tuvo que endeudarse nuevamente, mientras que un 12% ya arrastraba deudas de años anteriores. La tendencia indica no solo una mayor dependencia del financiamiento, sino también la dificultad para cancelar compromisos previos. De hecho, un 65% de los hogares acumula entre dos y tres deudas, y el 12% ya supera esa cantidad. En comparación con el año pasado, se observa un aumento de los hogares con más de tres compromisos impagos, que pasaron del 8% al 12%.
El uso de tarjetas de crédito, tanto bancarias como no bancarias, sigue siendo el principal recurso para sobrellevar la crisis: un 30,5% de las familias opta por esta vía de financiamiento, un dato que creció en cinco puntos porcentuales respecto de 2024. Pero lo más significativo es el destino de esas deudas: el 58% corresponde a la compra de alimentos, mientras que el resto se reparte entre indumentaria y combustibles. Esto marca un cambio profundo: el crédito, lejos de servir para gastos extraordinarios, se utiliza ahora para cubrir la canasta básica.
El informe destaca que la deuda circular es otro síntoma del agotamiento financiero: el 34% de los casos corresponde a refinanciaciones de tarjetas, es decir, se piden préstamos para pagar deudas previas, alimentando así un ciclo difícil de romper. Por otro lado, solo el 19% corresponde a préstamos personales, el 14% a créditos prendarios y apenas el 6% a hipotecas.
El sobreendeudamiento impacta de lleno en la economía doméstica: el 56% de los hogares destina entre el 40% y el 60% de sus ingresos, o incluso más, solo al pago de deudas. La morosidad también creció: el 76% de las deudas está en situación de atraso, y los procesos judiciales por incumplimiento se incrementaron en seis puntos porcentuales respecto al año anterior.
“El endeudamiento dejó de ser un recurso excepcional y se transformó en un rasgo estructural de la economía de los hogares”, concluye el informe del IETSE. Para los especialistas, el uso creciente del crédito para necesidades esenciales refleja un empobrecimiento que va más allá de los vaivenes coyunturales y expone a millones de argentinos a una situación de emergencia financiera crónica.
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