
Cada vez más vecinos de la ciudad recurren a las aplicaciones de transporte y reparto como una alternativa para complementar sus ingresos o mantenerse activos. Lo que antes se asociaba casi exclusivamente a trabajos informales y sin formación profesional, hoy incluye perfiles muy diversos: desde jóvenes con empleo formal hasta profesionales, técnicos e incluso jubilados.
En medio de un contexto económico desafiante y con un mercado laboral que no ofrece las mismas oportunidades que años atrás, manejar se transforma en un salvavidas para quienes necesitan generar un ingreso adicional. Muchos lo hacen en su tiempo libre, después de la jornada laboral o los fines de semana, mientras que otros lo adoptan como principal fuente de ingresos ante la falta de empleo estable.
En la ciudad ya es habitual ver a vecinos conectados a aplicaciones de transporte, algunos compartiendo experiencias en redes sociales o grupos comunitarios donde intercambian consejos sobre los mejores horarios, zonas de mayor demanda o estrategias para maximizar ganancias sin poner en riesgo su seguridad.
Para muchos, se trata no sólo de una salida económica, sino también de una forma de mantenerse activos o de sostener proyectos personales sin depender exclusivamente del salario formal o de una jubilación insuficiente.
La tendencia, cada vez más visible en Río Grande, también plantea desafíos: la informalidad, la falta de regulación y la necesidad de garantizar derechos laborales en un modelo que crece al margen de la legislación tradicional.
Mientras el debate sigue abierto, lo cierto es que para muchos fueguinos, subirse al auto y salir a manejar ya no es solo una opción transitoria: es el plan B que les permite seguir adelante.
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