
A partir de un trabajo sostenido desde enero de este año, un grupo de guardavidas y voluntarios de la agrupación Guarda Ciudad, vinculada a la Cruz Roja, comenzó a realizar guardias preventivas en el Puente General Mosconi, una zona considerada crítica tanto por su entorno geográfico como por la delicada situación social que atraviesa la ciudad.
Emanuel Mansilla, uno de los integrantes de la agrupación, explicó que la decisión de establecer un puesto de vigilancia surgió tras meses de recorridas y observaciones. “Empezamos a frecuentar la zona porque es muy riesgosa. No solo por el número preocupante de intentos de suicidio, sino también por las condiciones del entorno: el puente está rodeado por la marea, el río, y su desembocadura. Es una combinación de elementos que puede generar situaciones graves en segundos”, afirmó.
La vigilancia no se limita exclusivamente al puente. También se extiende hacia zonas cercanas como el CAP y Punta Popper, donde han detectado un flujo constante de personas, entre ellos niños, adolescentes, familias y pescadores. “Vimos muchas situaciones de riesgo. Por eso decidimos ofrecer un servicio preventivo, especialmente durante las pleamares, que son momentos críticos”, agregó Mansilla.
Las guardias, totalmente voluntarias, se organizan principalmente en función del ciclo de las mareas. “Nos basamos en la tabla de mareas para definir los horarios. Nos instalamos una hora y media antes y permanecemos hasta una hora y media después de la pleamar. Las más importantes son las que coinciden con la noche y los fines de semana, cuando aumentan el tránsito peatonal y el consumo de alcohol”, detalló.
Actualmente, la agrupación está conformada por 17 integrantes, entre ellos guardavidas, profesores de educación física, enfermeros, bomberos e instructores de RCP. Todos colaboran con las tareas de vigilancia, mantenimiento y prevención, pese a que el grupo todavía no cuenta con una sede propia.
“Estamos en proceso de formalizar nuestra personería como asociación. Eso nos permitirá dar un paso más en el trabajo que venimos haciendo. Hoy funcionamos a la intemperie, sin torre de vigilancia ni lugar fijo. Recibimos donaciones importantes de materiales, pero nos falta un terreno, un espacio propio para organizar nuestras tareas y crecer como organización”, concluyó Mansilla.
La labor de esta agrupación se ha convertido en un esfuerzo silencioso pero vital en una de las zonas más sensibles de Río Grande, combinando voluntariado, vocación de servicio y prevención en un contexto donde la presencia y el acompañamiento pueden marcar la diferencia.
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