El Encendido del Árbol de Navidad volvió a reunir a miles de vecinos y vecinas en el Parque de los 100 Años. Familias, jóvenes y chicos disfrutaron de espectáculos, música y la tradicional cuenta regresiva que iluminó la noche. Sin embargo, mientras la celebración avanzaba, otro escenario se desplegaba en paralelo: el de la economía informal y emprendedora que encontró en este evento una oportunidad clave para generar ingresos en un contexto de ventas bajas y bolsillos ajustados.
Desde temprano, el movimiento fue constante. Parrillas encendidas, conservadoras repletas y carros gastronómicos perfectamente alineados marcaron el pulso de la jornada. Más de 130 emprendimientos dijeron presente: puestos de choripanes, food trucks, heladerías móviles, ventas de cerveza artesanal, productos dulces y vendedores ambulantes de todo tipo. La fiesta, para muchos, se convirtió en trabajo.
“Hace semanas que las ventas vienen flojas. Sabíamos que iba a venir mucha gente y no podíamos desaprovecharlo”, relató un emprendedor gastronómico mientras atendía sin descanso. Una vendedora ambulante coincidió con el diagnóstico: “No es que te salvás, pero te ayuda. Con lo que se vende en una noche así pagás cuentas que durante el mes se hacen cuesta arriba”.
Las historias se repetían entre los puestos. Familias completas trabajando juntas, jóvenes que aprovecharon la fecha para ofrecer productos propios y pequeños comerciantes que apostaron a la multitud para mejorar una semana difícil. “En el día a día no se vende casi nada. Estos eventos son claves para nosotros”, explicó otro feriante, mientras reponía mercadería.
El impacto económico fue evidente. Según estimaciones tomadas en el lugar, algunos puestos gastronómicos de mayor volumen alcanzaron recaudaciones que rondaron los 4 millones de pesos, mientras que los emprendimientos más pequeños y los vendedores ambulantes lograron ingresos que oscilaron entre 50 y 190 mil pesos. Se calcula que, en total, la jornada movió entre 90 y 115 millones de pesos en solo una noche.
No solo participaron emprendedores privados. Organizaciones y asociaciones sin fines de lucro también aprovecharon la convocatoria para recaudar fondos. Desde una asociación dedicada al cuidado animal señalaron: “Esto nos permite seguir ayudando durante el año”.
La postal final fue contundente: mientras la ciudad celebraba, cientos de vecinos trabajaban. El Encendido del Árbol dejó, así, una imagen que combina fiesta y realidad, alegría y necesidad. Una muestra de cómo, en tiempos difíciles, Río Grande se reúne no solo para celebrar, sino para sostenerse colectivamente y buscar, entre todos, una manera de seguir adelante.
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