
El fuerte sismo registrado el pasado 2 de mayo en el Pasaje de Drake, a unos 230 kilómetros al sur de Ushuaia, reactivó el interés y la preocupación por la actividad sísmica en la región. Aunque el movimiento, de magnitud 7.5, no se sintió de forma uniforme en toda la ciudad, fue percibido por varios vecinos, despertando inquietudes sobre la frecuencia de estos fenómenos en Tierra del Fuego.
Para comprender mejor lo ocurrido, la geóloga Irene Pérez, del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES), explicó el contexto y las características del evento:
“El INPRES maneja la Red Nacional de Estaciones Sismológicas, una red de sismógrafos distribuida en todo el país. Monitoreamos en tiempo real toda la actividad sísmica en Argentina y en países vecinos como Chile o Bolivia, que pueden afectar nuestro territorio”, detalló.
Según la especialista, si bien en Ushuaia no es habitual que se perciban sismos tan intensos, los movimientos telúricos en el Atlántico Sur son frecuentes y suelen tener magnitudes elevadas.
“Los sismos con epicentro en esta zona son bastante comunes. Lo poco habitual del sismo del 2 de mayo fue su cercanía al territorio argentino y chileno, por eso fue percibido en Ushuaia. Pero no es tan extraño y no es que nunca haya sucedido”, aclaró Pérez.
La zona se encuentra en un complejo punto de contacto entre placas tectónicas:
“El evento del 2 de mayo estuvo en la interacción entre la placa Antártica y la placa de Scotia. Estas placas tienen movimientos independientes y, al interactuar, generan esfuerzos que eventualmente liberan energía en forma de sismos”, explicó.
Esa interacción, señaló, fue la causa del sismo principal y también de las réplicas que le siguieron, algunas de las cuales también se percibieron en la ciudad.
“Mientras mayor es el sismo, las réplicas se extienden más en el tiempo. Un evento de 7.5 puede generar réplicas de magnitud 6.5, por ejemplo”, indicó.
Consultada sobre las características particulares de estos sismos, Pérez destacó la profundidad como un factor determinante:
“Cuando los esfuerzos se contienen en una placa oceánica, que es más delgada que las continentales, se generan sismos de poca profundidad. Eso hace que la energía llegue más rápidamente a la superficie y se sienta más”, afirmó.
En cuanto a la posibilidad de anticipar un sismo, la geóloga fue contundente:
“En el estado actual de la ciencia, la predicción sísmica todavía no es posible. Por eso debemos monitorear continuamente la actividad y trabajar en la prevención”.
Finalmente, remarcó la importancia de tener planes de acción claros y establecidos para afrontar estos eventos:
“Las recomendaciones básicas tienen que ver con la planificación. Cada casa, escuela, lugar de trabajo o edificio público debe tener su plan de prevención sísmica. Hay que señalizar zonas seguras, contar con salidas y luces de emergencia, y definir cómo vamos a actuar en familia o en comunidad”.
Y concluyó:
“En el momento de percibir un sismo, es clave mantener la calma y seguir ese plan previamente diseñado. Eso nos permitirá resolver la situación de la mejor manera posible”.
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