
Lo que comenzó como una breve visita técnica en 1979 se convirtió en una historia de pasión, perseverancia y comunidad. Ese año, José Luis Tibaudin, jugador del Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, viajó a Ushuaia convocado por las autoridades deportivas de Tierra del Fuego para enseñar hockey sobre hielo durante una semana. Nadie imaginaba que ese primer paso marcaría el nacimiento de una disciplina que hoy tiene identidad propia en el extremo sur del continente.
“Me enamoré del lugar y me quedé”, recuerda Tibaudin. Durante dos inviernos se dedicó a contagiar el entusiasmo por un deporte prácticamente desconocido en el país.
De la Bahía Encerrada al renacer en la Laguna del Diablo
En sus inicios, los entrenamientos y partidos se realizaban al aire libre, sobre una pista de 60 por 30 metros construida especialmente en la Bahía Encerrada. Pero en 1981, las condiciones naturales cambiaron: el hielo dejó de formarse con la seguridad necesaria, y la actividad entró en una pausa que duraría más de dos décadas.El resurgimiento llegó en el año 2000, cuando el Club Andino Ushuaia reactivó la práctica del patinaje en una laguna natural acondicionada para el invierno. Dos años más tarde, un técnico proveniente de una pista de hielo en Buenos Aires ofreció su colaboración y revitalizó el hockey local, gestionando el espacio y convocando a nuevos jugadores.
Un entrenador clave y la profesionalización
El punto de inflexión definitivo se dio con la llegada de Matthew Meinzer, un entrenador norteamericano con vasta experiencia en el deporte. Meinzer no solo elevó el nivel técnico de los jugadores, sino que además fundó en Ushuaia una fábrica de palos de hockey, un aporte inédito en el país.“Él es como un argentino que enseña fútbol en Estados Unidos. Tiene experiencia, técnica y una pasión increíble por el hockey. Eso hizo que el nivel creciera muchísimo”, asegura Tibaudin.
Copa Fin del Mundo: orgullo del sur
Actualmente, el hockey sobre hielo en Ushuaia se expresa a través de la Copa Fin del Mundo, donde compiten los tres clubes locales. Los equipos muestran un juego dinámico, dominan el disco con destreza y ofrecen un espectáculo que resume años de compromiso colectivo.“Lo que se ve hoy es fruto del trabajo de mucha gente. Yo dejé la dirigencia en 2012, pero otros tomaron la posta y lo hicieron crecer aún más”, señala Tibaudin.
Una historia que sigue en construcción
Aunque el hockey sobre hielo sigue siendo una rareza en Argentina, la experiencia de Ushuaia demuestra que, con esfuerzo, comunidad y visión, es posible plantar un deporte en territorio hostil y hacerlo florecer. Mientras tanto, en otras provincias como San Juan, Mendoza o Mar del Plata, el hockey en línea —versión sobre ruedas— gana popularidad, pero la magia de deslizarse sobre hielo en el fin del mundo sigue siendo única.“Es muy raro, pero sigue vivo. Y ahora, con la ayuda de personas como Matt, la historia continúa”, concluye Tibaudin.Ushuaia, una vez más, demuestra que incluso en el confín del continente, el deporte puede encender pasiones duraderas y construir comunidades unidas por el hielo, la garra y la esperanza.
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