
La emoción se siente en el aire y la cuenta regresiva ya comenzó: del 15 al 17 de agosto se disputará la 50ª edición del Gran Premio de la Hermandad, una competencia única que une a las ciudades de Río Grande, en Argentina, y El Porvenir, en Chile, y que se ha convertido en símbolo de fraternidad a través del automovilismo.
Más de 190 binomios se preparan para ser parte de esta histórica edición que marcará medio siglo de pasión sobre ruedas. Pilotos y copilotos ya ultiman detalles en sus vehículos para lo que promete ser una edición inolvidable tanto por la cantidad de inscriptos como por la carga simbólica que representa esta competencia binacional.
Lejos de ser solo una carrera, este evento es una tradición profundamente arraigada en las comunidades de ambos lados de la cordillera. El Gran Premio de la Hermandad representa 50 años de camaradería, esfuerzo compartido y superación. Nombres emblemáticos como el de Manuel González, con más de dos décadas en la competencia y cinco títulos en su haber, demuestran el compromiso y la pasión que caracterizan a esta fiesta del deporte motor.
Este año, Río Grande registró un récord de 104 vehículos inscriptos, lo que garantiza una gran expectativa en ambas etapas y en la clasificación general. Los preparativos se viven con intensidad: cada equipo trabaja a contrarreloj para dejar los autos a punto. La verificación técnica, que asegura que cada vehículo cumpla con los requisitos del reglamento, será una instancia clave antes de que las máquinas salgan al camino.
Uno de los grandes atractivos —y a la vez desafíos— del Gran Premio es su impredecible geografía. A lo largo del recorrido, los pilotos deben enfrentar terrenos que pueden presentar desde barro y nieve hasta hielo y agua. Esta variabilidad climática convierte la carrera en una verdadera prueba de resistencia, estrategia e inteligencia al volante.
Así, a pocos días del inicio, la comunidad argentino-chilena vive con entusiasmo esta celebración del deporte, la historia y la hermandad. Medio siglo después de su creación, el Gran Premio sigue cumpliendo su promesa: unir pueblos a través del rugido de los motores y la pasión compartida por el automovilismo.
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