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Río Grande

Con la Bendición de Ramos se inició la Semana Santa

Este sábado y domingo la grey católica de Río Grande celebró la Santa Misa de Bendición de Ramos, con lo que se dio inicio a la Semana Santa. El mensaje del Papa Francisco. El Santo Padre ha animado a los fieles a mirar al Crucificado y dejarse sorprender por Jesús para así "volver a vivir". Y es que tal y como ha recordado el Pontífice, la grandeza de la vida no está en el tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados por Dios.

Río Grande.- Este sábado y domingo la Iglesia celebró la Santa Misa donde se bendijo a los ramos que llevaron los fieles católicos dando comienzo a la Semana Santa.

El Padre Guillermo Romano encabezó los oficios religiosos en distintas parroquias y bendijo a la ciudad haciendo un llamado a la reflexión sobre el significado del sacrificio y el amor al prójimo.

Mensaje del Papa Francisco

El Papa Francisco presidió la Santa Misa desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, con el objetivo de acompañar a los fieles a celebrar la entrada de Jesús a Jerusalén. Durante su homilía, el Santo Padre ha animado a los fieles a mirar al Crucificado y dejarse sorprender por Jesús para así "volver a vivir". Y es que tal y como ha recordado el Pontífice, la grandeza de la vida no está en el tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados por Dios.

En este día “pidamos la gracia del estupor”. Fue la exhortación del Papa Francisco en su homilía en la Misa de la Conmemoración del ingreso del Señor Jesús a Jerusalén, en este Domingo de Ramos de 2021. La liturgia, comenzó diciendo el el sucesor de San Pedro, “suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro”, pues “pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén, al dolor de verlo condenado a muerte”. Se trata de un sentimiento “que nos acompañará toda la Semana Santa”.

El Pontífice recuerda que el Señor se humilló por nosotros, “para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal”, explicó Francisco. Subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento, probando nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentando en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas las redimió y las transformó:

Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.

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