El uso de la tarjeta de crédito como salvavidas mensual ya no es una excepción, sino la regla. Entre julio de 2024 y julio de 2025, el stock de deuda con plásticos se disparó: pasó de $9,6 billones a $20,3 billones y creció un 55% en términos reales, es decir, muy por encima de la inflación. Hoy son 11,5 millones las personas endeudadas, aproximadamente una de cada cuatro en Argentina.
Tierra del Fuego, en la zona roja del mapa del crédito
El ranking per cápita elaborado a partir de los datos del Banco Central muestra un país partido al medio. En la cima aparece la Ciudad de Buenos Aires, con unos $1.257.000 de deuda por habitante.Inmediatamente después se ubica Tierra del Fuego, que se consolida como la segunda jurisdicción con mayor endeudamiento por persona, expresión de un uso creciente del crédito para sostener consumos básicos. Le siguen Santa Cruz, con alrededor de $748.000 por habitante, y La Pampa, con unos $580.000.
En el otro extremo del mapa figuran las provincias con menor deuda per cápita: La Rioja, con $172.000; Formosa, con $130.000; y Chaco, con apenas $119.000 por persona.
La posición de Tierra del Fuego se inscribe en una realidad compartida por buena parte de la Patagonia: costo de vida elevado, servicios y combustibles que aumentan fuerte y salarios que no logran acompañar. La combinación empuja a cada vez más hogares a cubrir gastos corrientes con la tarjeta.
“La tarjeta se usa para comer”
Para la politóloga Mara Pegoraro, del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina (Centro RA), el salto en el endeudamiento tiene una explicación concreta: las familias cuidan el efectivo para pagar lo imprescindible —luz, gas, agua— y recurren a la tarjeta para el changuito del supermercado y otros gastos diarios.Según describe, el plástico terminó de integrarse al presupuesto familiar como una pata más del costo de vida. El resultado es un esquema de pagos en el que se salda sólo una parte y el resto se patea al mes siguiente, con saldos que se van acumulando.
El problema no es solo el monto total de la deuda, sino la dinámica que se consolidó:
- crece el número de personas que sólo abona el pago mínimo;
- los descuentos y promociones de billeteras virtuales ya no alcanzan para desengancharse del crédito;
- y los salarios quedan por detrás, aun cuando la inflación se desacelera.
Deudas cortas, compromisos largos
Las estadísticas del Banco Central muestran que la gran mayoría de los deudores arrastra obligaciones de muy corto plazo: el 91,2% mantiene saldos de hasta 30 días, mientras que el 3,2% debe entre 31 y 90 días.Sin embargo, hay un núcleo duro mucho más comprometido: más de 113.000 personas cargan deudas que superan el año de antigüedad, un nivel que revela situaciones de fuerte fragilidad económica y financiera.
El economista Amílcar Collante advierte que el problema no es el crédito en sí, sino el descalce entre ingresos y tasas: cuando el costo de financiarse aumenta más rápido que los sueldos, la rueda se vuelve insostenible. Según sus cálculos, alrededor del 20% del ingreso de los hogares ya se destina únicamente a pagar deudas, lo que achica al mínimo cualquier margen para reactivar el consumo.
Antes, explica, había quienes esperaban que la inflación licuara las últimas cuotas. Hoy ocurre lo contrario: con tasas elevadas, las cuotas pesan cada vez más y la regularidad en los pagos se deteriora mes a mes.
Un horizonte sin señales claras de alivio
Pegoraro describe el panorama económico como “vertiginoso e incierto”. No se ven señales firmes de recomposición de salarios, ni un repunte sostenido del consumo interno, ni una mejora contundente en la actividad industrial.En ese marco, señala que no aparece una estrategia definida del Gobierno orientada a fortalecer el mercado interno y, mientras tanto, la población continúa usando el crédito como extensión del sueldo para poder llegar a fin de mes.
Comer fiado con plástico
Detrás de las estadísticas hay historias concretas: familias que usan la tarjeta para llenar la heladera, changas que ya no alcanzan, recibos de sueldo que se achican frente a tarifas y alquileres, y una economía que empuja a financiar la comida y los gastos básicos en cuotas.En ese mapa, Tierra del Fuego —junto con CABA y Santa Cruz— aparece entre los lugares donde el fenómeno se vuelve más visible y crudo. Es una señal de alarma social en un país donde, cada vez más, el supermercado se paga con crédito y el mes se termina sosteniendo a fuerza de deuda.
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